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Índice de El misterio de la oración   

 

 
Capítulo 12
«Hágase tu voluntad, así en la Tierra como en el cielo»
La cuarta concentración de pensamientos del «Padre nuestro», «Hágase tu voluntad, así en la Tierra como en el cielo», sólo es, en realidad, una ulterior reafirmación de la tercera concentración de pensamientos. Por medio de las experiencias se convierte en hecho lo que es «la voluntad de Dios». «La voluntad de Dios» es, así pues, «la transformación del animal» o la adquisición de las más elevadas y hermosas virtudes del intelectualismo por el hombre terreno. «El cielo» es un estado mental en el que culminan las cualidades, las más hermosas y más perfectas de la conciencia, y como consecuencia de ello una armonía al cien por cien reina entre los seres vivos. Como el hombre terreno es un ser que se encuentra en evolución, del estado primitivo, inacabado o animal a la existencia perfecta, altamente intelectual y humana, tiene en él dos naturalezas mentales, a saber, las disposiciones «animales» en degeneración y las incipientes o nacientes disposiciones «humanas». A veces las disposiciones «animales» pueden dominar al individuo, mientras otras veces las disposiciones «puramente humanas» son las que determinan la voluntad del mismo ser. Como las disposiciones «animales» hacen que el individuo luche y pelee con la vida y «el prójimo», mientras que las disposiciones pura y altamente intelectuales o humanas hacen que el individuo esté en armonía con la vida y el prójimo, y esta última forma de manifestación corresponde a la que se despliega como «voluntad de Dios» en «el cielo», la cuarta concentración de pensamientos del «Padre nuestro» será, así pues, lo mismo que pedir que las disposiciones altamente intelectuales o de puro amor al prójimo lleguen a ser tan fuertes en la mentalidad de uno, que siempre constituyan el más alto factor determinante de la voluntad en las propias manifestaciones. Esto quiere decir con otras palabras que uno pide que el egoísmo o cualquier deseo o anhelo de ventajas personales, que uno pueda tener, que forme parte de esta denominación y no sea de primera necesidad, sea ignorado totalmente por la Providencia a favor del cumplimiento de cualquier deseo de primera necesidad o esencial, que llegado el caso tenga uno de sus «prójimos». La cuarta concentración de pensamientos del «Padre nuestro» crea, de esta manera, una actitud maravillosa hacia la voluntad divina en la mentalidad. No es tan extraño que el redentor del mundo orase: «Padre, no se haga mi voluntad, sino la tuya».


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