Lee y busca en El Tercer Testamento
   Cap.:  
(1-17) 
 
Búsqueda avanzada
Índice de El misterio de la oración   

 

 
Capítulo 10
«Santificado sea tu nombre»
La próxima concentración de pensamientos de la oración «Padre nuestro» se expresa con las palabras «Santificado sea tu nombre». El nombre de Dios sólo puede ser totalmente «santo» para un ser en virtud de la sensación o experimentación de que «todo es muy bueno». En el mismo grado en que no se tiene esta sensación, sino que se duda de la perfección del universo o de la más profunda estructura divina de la vida, uno está en desarmonía con el Padre eterno. Aquí se menosprecia su perfección y se le tacha directamente de imperfecto. Que el tachar a la Divinidad de imperfecta se encubra bajo el concepto o la superstición denominada «el diablo», es decir, la creencia de que todo lo presuntamente imperfecto, que también se expresa como «el mal», tiene otro origen que la Divinidad, no cambia el principio.
      Al contrario, esto le muestra al investigador del espíritu o buscador de la verdad evolucionado una imagen de Dios que sólo es una copia de la conciencia de un hombre terreno corriente. Un ser así tiene enemigos que pueden perseguirlo y con los cuales tiene que estar, en mayor o menor grado, en guerra. Desea, en mayor o menor grado, venganza o castigo para los perseguidores, ¿y no son precisamente estas tendencias imperfectas de la conciencia humana terrena lo que eclipsa u oscurece la imagen de Dios? «El diablo», ¿no es acaso el adversario más grande o «el enemigo nº 1» de la Divinidad? La cólera y la indignación hacia este ser y su persecución y la persecución de quienes ha «seducido», ¿no es considerada como «santa» y «justa» por «los hijos de Dios»? El castigo merecido por esta actividad «hostil para con Dios», ¿no es «la perdición eterna»? Imagínense qué expresión más espléndida y perfecta de la culminación de la malicia y sed de venganza humana terrena. Imagínense qué concepto tan oscurecido de la Divinidad eterna y omnisapiente, cuyo amor deslumbrante como el sol brilla sobre todo y todos, sobre ricos y pobres, sobre jóvenes y viejos, sobre hombres, animales, plantas y minerales, y cuyo centelleante alto intelectualismo no ha podido encontrar o mostrar nada en un solo lugar del cosmos o universo que no sea «muy bueno». En verdad, los seres que han recibido esta imagen de Dios culminante en amor, oscurecida por la creencia en el diablo, sus ayudantes y el infierno eterno, necesitan que el nombre de la Divinidad sea «santificado». Imagínense qué bendición divina es que estos seres también hayan aprendido a orar con «el Padre nuestro». Porque sin que, en realidad, lo sepan, piden por medio de la segunda concentración de pensamientos de la oración «clarividencia cósmica», para poder descubrir absolutamente todo lo que los pueda tener atados a una manera primitiva e imperfecta de ver a este origen eterno del universo y Divinidad que todo lo penetra. Y solamente por medio del cumplimiento de esta oración puede la clarividencia tomar aposento en la conciencia de la persona que ora, una conciencia que deja que la Divinidad aparezca con una pureza tan altamente intelectual y una culminación de amor, que en esta conciencia su nombre sólo puede únicamente ser la esencia de la «santidad» y el resultado de esta «santidad», a saber, el universo como una destacada combinación de caricias. Sólo así las palabras divinas «todo es muy bueno» pueden iluminar y centellear imperturbablemente como una verdad eterna y absoluta, y únicamente por medio del total reconocimiento de esta verdad, el nombre de la Divinidad puede ser verdadero o absolutamente «santificado».


Comentarios pueden mandarse al Martinus-Institut.
Información de errores y faltas y problemas técnicos puede mandarse a webmaster.