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Capítulo 2
El día de juicio final no es un castigo por pecados cometidos
Nunca como ahora ha estado la humanidad en posesión de un conocimiento y un saber semejante con respecto al hecho de hacer guerra, con respecto al hecho de matar y destruir, sabotear y mutilar. Con sus bombas atómicas y sus bombas de hidrógeno podría exterminarse a sí misma totalmente, si no hubiera un poder oculto, que es más fuerte que la humanidad, a saber, el poder que hace que no sea posible llevar a cabo esto y que, así mismo, determina el curso del sol y de las estrellas a través del universo infinito. Pero del mismo modo que hay una intención u objetivo con los soles y la dirección de los mundos en el universo eterno, también hay una intención divina, lógica y amorosa con la experimentación del día de juicio final por la humanidad. Este día no es en absoluto, como hasta ahora se ha proclamado, un castigo por «los pecados» de la humanidad, porque según los análisis cósmicos del universo ningún ser en absoluto puede cometer injusticia ni sufrir injusticia. Todo ser vivo es él mismo la absolutamente causa primera de su propio destino. Ninguna energía en absoluto puede desencadenarse sin que surja de un ser vivo. Esto es valedero tanto para las fuerzas macrocósmicas y microcósmicas como las mesocósmicas, lo cual a su vez quiere decir tanto las denominadas «fuerzas de la naturaleza» y sus consiguientes manifestaciones y creaciones, como las fuerzas, creaciones o manifestaciones que proceden de los seres que, por lo demás, conocemos como «seres vivos».


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