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Capítulo 9
El culto al poder y a la soberanía nacional en vez de a la justicia
Los instintos animales mencionados se imponen entre estados, naciones o pueblos.
Pero aún no se tiene ningún cuerpo de policía ni ninguna justicia efectiva común para las naciones y estados del mundo.
Los pueblos y estados concretos reivindican y tienen como objetivo la soberanía.
Quieren ser libres e independientes con respecto al hecho de si tienen o no tienen que compartir bienes y ventajas con otros estados, es más, incluso a veces quieren tener el derecho de apropiarse de los eventuales bienes y posesiones de otros estados.
Por consiguiente, cada estado puede hacer y deshacer, poner condiciones y oprimir a otros estados, según y como la fuerza de sus armas sea superior a la de estos estados.
El poder es, de este modo, lo que decide.
Si los ciudadanos o individuos de la sociedad carecieran de un cuerpo de policía y una justicia común, tal como sucede hoy entre los estados, lo que dominaría sería una anarquía sangrienta en la que los más fuertes robarían y saquearían a todas aquellas personas que se interpusieran en su camino.
Aquí hace tiempo que los hombres han comprendido que una camisa de fuerza en forma de un cuerpo de policía y una justicia común era algo absolutamente necesario.
Pero cuando se trata de estados o naciones, se vive todavía en la gran superstición de que la soberanía es lo único que cuenta.
En realidad, el culto a la soberanía es, por su parte, lo mismo que el culto a una camisa de fuerza en la que, aunque no consciente, uno se ve obligado a desencadenar las fuerzas, los instintos, el hambre de poder y el deseo de conquista animal.
Esta soberanía se alaba y elogia en la literatura y la poesía, en el arte y la educación.
Una expresión como «el campo de honor» se refiere, simplemente, a una zona mental en la que los seres que tienen el mayor récord de asesinato y homicidio sobre «el enemigo», su cultura, casa y hogar, etc. son alabados y honrados como héroes, son condecorados con oro y plata y corazones o todos los demás símbolos del cristianismo cuyo verdadero fundamento fue, entre otras cosas, indicado por el redentor del mundo en las breves palabras: «Vuelve tu espada a la vaina, porque todos los que se sirvieren de la espada a espada morirán».
En verdad, una socavación total de la guerra.
¿Dónde está hoy este cristianismo?
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