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Capítulo 5
El estado o nación constituye un frente tanto interior como exterior
Una libertad que sólo puede lograrse como una conquista tomada de otros seres con poder no puede ser nada que se posea justamente, cuando uno quiere ser reconocido como un verdadero cristiano. Un hombre no puede ser una criatura que basa totalmente su existencia en las leyes del animal, en las normas de vida animales o el principio básico de este ser: «Que cada cual piense en sí mismo». Esta ley tan divina y condicionante de vida en el dominio de los seres no intelectuales o instintivos es totalmente imposible, priva de libertad y es, por consiguiente, destructiva para la vida en la zona de existencia del hombre verdadero. El hombre verdaderamente cristiano no ha venido al mundo para ser servido, sino para servir. Por consiguiente, la esfera de existencia humana terrena tiene que seguir siendo una selva, una zona animal mientras el principio del poder, el derecho del más fuerte, sea el factor dominante de la cultura y no sólo divida a la humanidad terrena en estados separados, que sólo constituyen frentes de guerra entre sí, sino que haga de la población del estado dos frentes de guerra. Pero no es solamente en el frente de guerra interior, donde nunca hay paz, que se encuentra la humanidad terrena. Los estados o naciones concretas no están, así pues, sólo en guerra con ellas mismas, sino que exteriormente se destacan en mayor o menor grado como un frente de guerra en su relación con los estados o naciones circundantes. En realidad, aquí tampoco hay nunca una paz absoluta, sino sólo, en el mejor de los casos, una tregua más o menos dudosa.


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