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Capítulo 6
Meditación, destellos cósmicos, el espíritu santo
Antes de que comenzara esta fuerte evolución de la inteligencia, los hombres eran guiados religiosamente por su instinto. Esto se manifestó en su facultad de creer ciegamente en autoridades. Es a estos hombres creyentes a los que encontramos en los círculos de iglesia y, así mismo, en los templos de las otras religiones mundiales. En estas religiones orientales, en las que la imagen del Dios absoluto todavía era un poco vaga, se meditaba, cavilaba o reflexionaba o se pensaba en las ideas más elevadas sobre la existencia. Esta meditación era, generalmente, dirigida por sabios, que creaban escuela para unos cuantos discípulos o alumnos espiritualmente maduros. Algunos de estos alumnos estaban tan adelantados que podían llegar a tener «destellos cósmicos». Es decir, podían tener un destello de su propia inmortalidad, o un destello de algún pequeño campo de la verdad eterna. Cada experiencia alcanzada por medio de un destello cósmico era una clarificación en forma de hecho del campo en cuestión, antes enigmático. Esta facultad cósmica de experimentar es el comienzo de la futura conciencia cósmica total del hombre perfecto, es decir, una conciencia que sólo puede expresarse como «el espíritu santo». Esta conciencia, o espíritu, es la que llenaba a Cristo, y este mismo espíritu o estado de conciencia es el objetivo de toda evolución humana. La adquisición de este espíritu elimina todo lo animal de la conciencia o mentalidad del hombre inacabado. Este espíritu hace que el hombre tenga conciencia de la verdad absoluta. Sin este espíritu ningún conocimiento supremo sobre los hechos absolutos, eternos.


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