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El Jardín de Getsemaní
Capítulo 1
El acontecimiento físico
Con nuestras primeras letras oímos por primera vez sobre «El Jardín de Getsemaní». Se nos dijo que era una pequeña arboleda fuera de Jerusalén al pie del Monte de los Olivos, más allá del torrente de Cedrón. Y aprendimos que a Jesús le gustaba detenerse aquí con sus discípulos, y que, así mismo, fue aquí adonde acudió cuando su destino iba a decidirse. Fue aquí donde el Maestro tomó la más pesada decisión de su vida: si tenía que dejarse crucificar o tenía que huir.
      Para la gran masa de personas que viven con fe ciega en las autoridades religiosas y, por consiguiente, carecen de la facultad de plantear exigencias intelectuales a la narración bíblica, este acontecimiento fue solamente un hecho físico, externo en el sentido literal de la Biblia, un acontecimiento que, en el fondo, sólo fue un asunto entre Dios y Cristo. Para los millones de hombres que han perdido la facultad de creer en las narraciones bíblicas, y que en su actitud frente a la vida se han entregado totalmente a la materia o a la ciencia materialista, la narración sobre Jesús en el Jardín de Getsemaní carece de importancia.
      Ninguno de estos dos grandes grupos de hombres ve la auténtica verdad sobre la vida, que este acontecimiento por sí mismo está destinado a darle al que tiene «ojos, que puedan ver», y «oídos, que puedan oír». Así es con la mayoría de las narraciones religiosas del pasado que son contadas como acontecimientos históricos externos, al mismo tiempo que contienen la revelación o solución de un problema puramente espiritual. Debido a ello, el no interesado espiritualmente sólo puede entender estas narraciones como históricas, del mismo modo que entiende las demás narraciones del pasado, que han sido transmitidas. El gran misterio espiritual que se esconde, por ejemplo, tras los relatos bíblicos no es comprendido por este hombre, es más, a veces ni siquiera sospecha la existencia de este misterio.


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