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Índice de La salida de la oscuridad   

 

 
Capítulo 5
Lo que significaba creer en el redentor del mundo
No es extraño que todos los que creían en el redentor del mundo, que era la encarnación de la dirección de la humanidad por el propio Dios, creyeran en una vida eterna y, con ello, se hubieran liberado de la generalizada superstición de que la presunta «muerte» es una aniquilación total de vida y existencia, o sea, una aniquilación total del ser vivo. Creer en el redentor del mundo era lo mismo que haber sido penetrado con su conciencia, su conocimiento, instrucción e inspiración para vivir con la esperanza y la fe en una vida eterna, liberado de la oscuridad, el odio, la guerra y los sufrimientos. Cualquiera que creyera en él tenía en verdad que resucitar, finalmente, de todas sus fantasías en torno a la ignorancia y la superstición sobre la existencia de una muerte que todo lo aniquila y todos los climas de pensamientos oscuros de dolor y depresión relacionados con ella. Pero esta fe en el redentor del mundo, la fe en la luz, que todo lo ilumina, de su sermón de la montaña llevó a millones de hombres al incipiente nacimiento de una nueva cultura mundial humana, basada en un modo de concebir a la Divinidad más como un padre amoroso, que uno puede aprender a amar, que como una divinidad enojada, vengativa y punitiva, a la que hay que temer. El sermón de la montaña ha resonado durante casi dos mil años para la humanidad a través de esta cultura mundial, y aún seguirá durante un tiempo resonando a través de miles de iglesias alrededor del mundo. ¿Qué le ha dado esta cultura a la humanidad? Ha impregnado la cultura vikinga ladrona y asesina con ideales humanos del modo de ser del redentor del mundo. Prohíbe matar, robar, saquea, hurtar, mentir y engañar, dicho brevemente, prohíbe que cualquier persona moleste a su prójimo y busca proteger a este prójimo con sus autoridades, su policía y su sistema jurídico. Con sus hospitales y clínicas busca ayudar a los enfermos y a los que sufren. Con su asistencia a huérfanos y ancianos protege a seres que, si no, se encontrarían en una situación difícil. ¿No es el espíritu o la luz de la parábola del buen samaritano lo que aquí ilumina y da calor en la práctica cotidiana? ¿Qué pasa con todos los otros muchos bienes y beneficios humanos: escuelas, universidades y centros de enseñanza, con su correspondiente docencia más o menos gratuita, que la antigua cultura vikinga regala hoy a sus habitantes o ciudadanos? ¿No es, precisamente, la luz del sermón de la montaña o de la redención del mundo lo que aquí vibra, centellea e ilumina? ¿Y no es, precisamente, esta luz de la redención del mundo sobre la cultura vikinga la que hace que esta cultura sea denominada «la cultura mundial cristiana»? A decir verdad, la fe en el redentor del mundo no ha sido en vano. Ha creado el inicio de la cultura mundial de paz que hará de toda la humanidad un rebaño bajo un pastor, un pueblo con un Dios y una religión: la verdad eterna o la solución del misterio de la vida como un hecho o realidad aclarada y la consiguiente paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad del evangelio de Navidad.


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