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Índice de La salida de la oscuridad   

 

 
Capítulo 4
La autoridad del redentor del mundo
¿Qué es lo que le da al redentor del mundo su gran autoridad moral? Es su conciencia cósmica, el estar permanentemente animado por el espíritu santo que, precisamente, es lo mismo que la conciencia de Dios. Fue en virtud de esto que Jesús era «uno con el Padre». ¿Cómo podría un ser con una conciencia así y una relación así con Dios no tener una autoridad que todo lo domina? ¿Cómo podrían las palabras de un ser así ser inalterables, no sólo a lo largo de milenios, sino a lo largo de la propia eternidad, si no fueran verdades eternas? ¿No les hablan a millones de hombres de todo el mundo el día de hoy? ¿No son, precisamente, resultados cósmicos concentrados que contienen la solución del misterio de la vida? ¿No son las palabras de Cristo y su espíritu que cada solsticio de invierno ponen en movimiento sobre la Tierra gigantescas fuerzas de amor en forma de la entrada de la alegría de Navidad en cada hogar, en cada fortificación, en cada cabaña? Y su amor reconfortante, ¿no irradiaba desde la cruz perdón hacia sus asesinos escarnecedores y difamadores? ¿Y no se oyó a través del espacio la frase eterna: «Padre perdónalos, porque no saben lo que hacen»? ¿No fue, precisamente, el camino salvador del mundo, que lleva a la paz verdadera y absoluta, el camino a la luz eterna lo que aquí le reveló al mundo por medio de su propio modo de ser? ¿No fue, precisamente, su propio modo de ser salvador del mundo lo que aquí ratificó su cumplimiento total de la ley del amor como «hombre a imagen y semejanza de Dios»? No es extraño que con gran autoridad pudiera decir sobre sí mismo: «Yo soy la resurrección y la vida, quien cree en mí, aunque hubiere muerto, vivirá». ¿Quién puede decir con verdad estas palabras si no es el hombre que, precisamente como el redentor del mundo, era la encarnación del modo de ser de Dios o de la verdad eterna?

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