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| Índice de La salida de la oscuridad |
Capítulo 13
El nuevo encuentro de la humanidad con la redención del mundo
A través de estos pequeños destellos de la redención del mundo, hemos adquirido una visión general sobre la situación del destino cósmico de la humanidad.
Hemos visto cómo Dios realiza su gran plan de amor con respecto a su transformación del hombre primitivo, animal en «el hombre a su imagen y semejanza».
Hemos visto, así mismo, que la oscuridad y los sufrimientos no son «venganza» ni «castigo» de un Dios enojado, sino que, al contrario, constituyen un campo en el que el ser puede tener la posibilidad de experimentar con qué manifestaciones o acciones uno hace que su destino sea luminoso y feliz y con qué manifestaciones o acciones hace que sea oscuridad, sufrimiento y dolor.
¿Cómo podría el ser, si no, llegar a conocer la diferencia entre bien y mal?
¿Y cómo podría llegar a tener la facultad de crearse un destino libre de sufrimiento y perfecto y, así, llegar a experimentar una permanente felicidad y alegría de existir?
De este modo, hemos visto que la oscuridad y los sufrimientos son un eslabón imprescindible del gran proceso de iniciación en virtud del cual Dios crea al hombre a su imagen.
La mayor parte de hombres de la Tierra están experimentando, a través de su modo de ser oscuro y su situación de cataclismo, lo que es malo y lo que es bueno.
Y a medida que atraviesan esta oscuridad y comienzan a tener facultades humanas, y empiezan a dirigir su conciencia hacia la luz y la paz, y la pregunta sobre cuál es «las solución al misterio de la vida» se hace cada vez más candente, entonces son los aspirantes al tercer grado de la gran iniciación de la humanidad.
Entonces son los seres que Cristo denominó «ovejas», que son separadas de los seres que aún están en la oscuridad y que Cristo denominó «cabritos».
Los primeros seres son, por consiguiente, los que ahora tienen una mayor o menor madurez para recibir y comprender la nueva forma de guiar de la redención del mundo: la solución del misterio de la vida en forma de los análisis cósmicos del universo en una serie de pensamientos lógicos y coherentes, perceptibles para la inteligencia, el humanitarismo y la intuición.
Según uno tenga esta combinación de la facultad de percepción, encontrará el espíritu de Dios, Es decir, «el revelador de la verdad, el espíritu santo» en la solución de estos análisis cósmicos.
Y la luz del sermón luminoso cual el sol en las montañas de Galilea conducirá, con un resplandor aún mayor, al hombre hacia la profusión luminosa de la Divinidad tras la puerta de la iniciación, conducirá al «hijo pródigo» de regreso hacia su padre.
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