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Índice de La salida de la oscuridad   

 

 
Capítulo 12
El tercero y último grado de la gran iniciación de la humanidad
Al mismo tiempo que contemplamos que la humanidad está en su segundo grado de iniciación, es decir, la iniciación en la oscuridad, la experimentación de los efectos de su modo de ser oscuro o mortífero, su estado inacabado, vemos el inicio de la tercera época de iniciación de los hombres. A medida que los hombres atraviesan la oscuridad o época de sufrimiento, su facultad humana o amor al prójimo se desarrolla, de modo correspondiente, en alto grado. Han llegado al punto de tener remordimientos de conciencia, que van en aumento, cada vez que han realizado un acto malo o falto de amor contra su prójimo. Comienzan a desear humanitarismo en todas las iniciativas. Desean leyes humanas, tanto para animales como para hombres. A través de su incipiente, pero ahora creciente, facultad de la intuición comienzan a sentir que la oscuridad o los sufrimientos no pueden ser nada casual, sino que tienen que tener alguna causa justa, tiene que ser un eslabón del plan o intención divina. Comienzan a darse cuenta de que la naturaleza, en todos sus otros procesos o fenómenos creadores, es absolutamente lógica, es decir, estos procesos o fenómenos son en su resultado final para alegría y bendición de seres vivos. Estos hombres desean crear paz en el mundo y son el alma de ligas por la paz, organizaciones humanitarias, asociaciones protectoras de animales, etc. Estos mismos hombres son, naturalmente, antimilitaristas, objetores de conciencia y adversarios de la pena de muerte y de condiciones inhumanas y brutales en las cárceles. También están en contra de matar animales y, por lo tanto, sólo toman alimento vegetariano. Están, así mismo, orientados internacionalmente y simpatizan con la idea de un gobierno mundial común para todos los países. Todo lo que va encaminado en dirección a poner término a conflictos de una manera humana o pacífica tiene toda la simpatía de estos hombres. Todos los hombres con este humanitarismo o amor al prójimo tan acentuado son seres que han pasado la época de oscuridad y sufrimiento o segundo grado de la gran iniciación o, en todo caso, su mayor parte. Esto se muestra en su fuerte necesidad de deshabituarse de la brutalidad, la cólera, los reproches, la murmuración, la falsedad, así como en su fuerte animadversión a vivir a costa de otros. Se les conoce también por su gran capacidad de ayudar a seres que se encuentran en la desdicha. Como vemos aquí, la luz y el calor del luminoso sermón de un día soleado en Galilea comienza a alumbrar y calentar en su corazón. Y su conciencia comienza a alejarse totalmente del materialismo y el ateísmo regresando a la redención del mundo. Estos hombres desean ardientemente que se les esclarezca la solución del misterio de la vida. Desean ardientemente un conocimiento o una ciencia espiritual que pueda justificar su desviación de la mayoría por lo que respecta a su actitud ante la vida, su actitud humanitaria o de amor al prójimo, su antimilitarismo, su aversión a la guerra y la pena de muerte, su aversión hacia la matanza de animales y la consiguiente aversión hacia el consumo de carne o alimento animal, etc. Estos hombres han evolucionado tan humanamente que comienzan a sentir que la evolución tiene que seguir la dirección en la que ellos mismos se encuentran, pero por sí mismos aún no pueden llegar a poner en claro la absoluta verdad eterna, la solución del misterio de la vida, la imagen del universo verdadera, cósmica y amorosa que con su facultad humana e incipiente intuición comienzan a sentir que existe. Estos hombres tienen de nuevo madurez para ser guiados por la redención del mundo. Pero lo que buscan ahora no es una nueva religión basada en dogmas. Son totalmente insensibles a algo así. Ahora, en cambio, son receptivos para una imagen del universo manifestada por una ciencia espiritual o cósmica, analizada en detalles lógicos, adecuada y hecha accesible para una facultad de percepción en la que se combinan la inteligencia, el humanitarismo y la intuición. Cuando la facultad de percepción de un hombre ha evolucionado tanto que es una excelente combinación de estas facultades de la conciencia, la imagen del universo cósmica o eterna, la verdad eterna sobre la Divinidad, la inmortalidad del ser vivo y el tono fundamental del universo, el amor, pueden convertirse en un hecho teórico por medio de la investigación o el estudio. Y teniendo siempre en mente los análisis cósmicos eternos por medio de un minucioso estudio, no se puede evitar que el modo de ser del buscador de la verdad sea llevado cada vez más en contacto con la ley del amor o el tono básico mencionado. La evolución de este modo de ser transformado en hábitos cotidianos estimula el ulterior crecimiento de la facultad de la intuición. Y a través de esta evolución, el ser comienza a encontrar el verdadero mundo, la verdadera vida más allá del mundo físico. Este encuentro con la otra realidad que no es la física, la realidad cósmica, sólo tiene lugar en forma de destellos muy débiles. Un destello así se experimenta como una mayor o menor irrupción repentina en la conciencia de un bienestar extraordinario, de una sensación de dicha o alegría, que hasta el momento no se había conocido. En ciertos casos puede, incluso, darle al ser la sensación de estar envuelto en una luz blanca muy fuerte. Pero esta vivencia dura sólo un momento o un instante. Sin embargo, deja en el ser un pequeño destello de conocimiento cósmico. Por ejemplo, en un destello cósmico así puede experimentar su propia inmortalidad. No tiene esta vivencia en forma de detalles lógicos, analizados. Por lo tanto, no puede explicar ni demostrar su inmortalidad a otros hombres. Sólo sabe que es, de manera absoluta, inmortal. Un destello cósmico así es, para el ser en cuestión, una fuente de inspiración enorme durante mucho tiempo. Pero otros lados eventualmente inacabados de su modo de ser crearán, sin embargo, poco a poco un poco de karma oscuro, pero el ser recordará siempre su experiencia divina. Y cuando haya vivido su karma en este campo inacabado puede ser receptivo, otra vez, para un nuevo destello cósmico. En él puede, eventualmente, experimentar la reencarnación, en un destello ulterior puede, por ejemplo, experimentar la ley del destino o que únicamente cada cual es el origen más profundo de su propio destino. Y así, por medio de destellos cósmicos, se pueden experimentar resultados eternos del conocimiento supremo.
      Pero los destellos cósmicos no son el objetivo final. Mientras el ser aún esté inacabado, aunque su evolución sea muy relevante, sólo puede, en los casos más afortunados, experimentar los hechos supremos y eternos a través de destellos cósmicos. Entre estos destellos cósmicos hay intervalos más o menos largos, según la magnitud de la zona mental en estado inacabado que el ser debe acabar, antes de que pueda tener el siguiente destello cósmico. Y así continúa el tercer grado de la iniciación cósmica del hombre, hasta que el ser ya no tiene nada inacabado en su mentalidad o modo de ser, sino que cumple permanentemente la ley del amor que, simultáneamente, es la ley de la vida. Ahora ha llegado a amar a Dios sobre todas las cosas y a su prójimo como a sí mismo. Entonces se produce la gran iniciación divina, que he denominado «El gran Nacimiento». Esta iniciación es la culminación de la iniciación de tercer grado. En esta culminación de luz el ser adquiere conciencia cósmica permanente. En adelante no sólo puede cumplir con todo su corazón la ley del amor en el modo de ser hacia el prójimo, sino que también tiene conciencia permanente de la absoluta realidad cósmica tras la física. Y entonces está cualificado para vivir en los mundos superiores de la conciencia primaria de Dios más allá de la reencarnación, más allá de la existencia física. Ahora él mismo, soberano, se ha convertido en la luz total del sermón luminoso cual el sol. Se ha convertido en el camino, la verdad y la vida. La creación por Dios del «hombre a su imagen y semejanza» ha tenido lugar totalmente.


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