Lee y busca en El Tercer Testamento
     Artículo:  
(1-3) 
 Cap.:  
(1-13) 
 
Búsqueda avanzada
Índice de La salida de la oscuridad   

 

 
Capítulo 10
El primer grado de la iniciación de la humanidad
Para poder ser conducido hacia la luz por medio de la simple instrucción se necesita, como ya hemos dicho anteriormente, madurez, es decir, la facultad de poder comprender la instrucción; esto es válido tanto en relaciones espirituales como físicas. Como la redención del mundo sólo tiene la tarea de instruir a la humanidad, su misión sólo puede prosperar donde los hombres tienen madurez para ella. ¿Y no es, precisamente, esto lo que vemos actualmente en el materialismo o ateísmo que domina a millones y millones de hombres alrededor del mundo? Hoy en día, estos hombres no están ligados a ninguna religión ni redención del mundo. Son inmaduros para toda forma de religiosidad. El instinto religioso, que en vidas anteriores los ligaba a una religión o culto, ha degenerado a favor del desarrollo de la inteligencia. Pero la facultad de la inteligencia no es una facultad para experimentar, solo es una facultad para analizar. Con ella se puede analizar y comprender lo que se experimenta. La propia experiencia es, por consiguiente, estimulada a través de otras facultades. Estas facultades entran, entre otras cosas, en acción por medio de los sentidos físicos. En vidas anteriores, cuando la facultad de la inteligencia de los seres aún estaba casi latente, los hombres sólo podían evaluar sus experiencias por medio del instinto religioso. Este instinto les dio la facultad de «percibir vagamente» que había una providencia, un dios o unos dioses. Debido a esto, estaban, precisamente, obligados a creer en una providencia o dioses. Pero, de un modo puramente físico, «la percepción vaga» no era suficiente. Tenían que verlo confirmado de alguna manera por una autoridad, o sea, por un ser que con mucho más que «la percepción vaga» tenía conocimiento de los fenómenos religiosos o espirituales. A un ser así lo conocemos con la denominación «redentor del mundo». De él recibieron una confirmación llena de autoridad, que se acomodaba a su vaga percepción religiosa, de modo que pudieran seguir viviendo de ella. Dado que, como hemos dicho, su facultad de la inteligencia estaba casi latente, no necesitaban la confirmación de ninguna autoridad intelectual ni científica. Su percepción religiosa vaga y su consiguiente fe era demasiado fuerte, casi limitaba con la certeza. Y con la facultad de la inteligencia casi latente, simplemente no tenían la facultad de poder comprender una explicación verdaderamente intelectual de los hechos eternos y supremos; esto era algo que vendría más tarde. Todos los hombres alrededor del mundo que todavía son creyentes religiosos forman parte de esta categoría, indiferentemente de la religión a la que estén ligados o a través de qué religión hayan experimentado la luz de la redención del mundo. Esto también incluye, naturalmente, a los cristianos muy «creyentes». Esta categoría de hombres basa su creencia en poderes superiores en una percepción vaga muy fuerte, y tiene la confirmación de la existencia de estos poderes en la autoridad de su redentor del mundo, adaptada a ellos, y así están felices. Esta primera época religiosa de los hombres, en la que apoyados y guiados por la redención del mundo «percibían vagamente» de una manera inalterable y en virtud de su instinto religioso la existencia de poderes psíquicos o espirituales superiores, la existencia de una divinidad o un dios, de acuerdo con la facultad de comprender o capacidad instintiva de su estadio evolutivo transitorio, es el primer grado de la gran iniciación de la humanidad.


Comentarios pueden mandarse al Martinus-Institut.
Información de errores y faltas y problemas técnicos puede mandarse a webmaster.