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M0940
Un cuento de Navidad
por Martinus

1. El principio básico de la Navidad es encender una luz en la oscuridad.
Hemos llegado de nuevo a ese periodo del año en el que las luces navideñas comienzan a brillar a nuestro alrededor, como ya sucede en las tiendas desde hace tiempo y como pronto también sucederá en las casas de todo el mundo cristiano, y hoy me gustaría hablar acerca del árbol de Navidad. El árbol de Navidad es la culminación misma de la luz de la Navidad, pero ¿por qué toda esta luz? Este abundante uso de la luz se debe, ante todo, al hecho de que vivimos en una zona de la Tierra donde la luz del día en el solsticio de invierno es muy limitada. En estas latitudes la oscuridad de la noche lo envuelve, como quien dice, todo en un manto de oscuridad desde las tres de la tarde hasta las nueve de la mañana del día siguiente, y más al norte la noche es todavía más larga. Que en tal zona de oscuridad física uno se sacie de oscuridad y tenga hambre de luz es bastante natural, y es igualmente natural que uno relacione el encender luces y velas con fiesta y alegría. Aquí tenemos el Evangelio navideño revelado en su aspecto puramente físico: el principio básico de la Navidad es «encender una luz en la oscuridad». Ya que todos los fenómenos del universo son partes de un ciclo, y ya que los ciclos siempre existen como espirales o partes de ciclos más grandes, este «encender luces» es un fenómeno que se repite en forma de ciclos cada vez más y más elevados. Esto significa que incluso la oscuridad debe repetirse en una sucesión continua de ciclos o espirales cada vez más elevados, porque, claro está, debe existir una oscuridad en la que encender la luz.
2. El principio del ciclo de espiral
¿ Qué es entonces un ciclo? Es un período de tiempo en el cual los seres vivos experimentan los cuatros principios básicos existentes de la manifestación de la vida: primavera, verano, otoño e invierno, principios que, a su vez, son lo mismo que evolución, culminación, degeneración y estado latente respectivamente. En el universo nada  puede existir sin representar uno u otro de estos cuatro principios. Todo se encuentra  o en un estado de evolución, y entonces representa la primavera, o está en su culminación, y  en este caso representa el verano, o está degenerando, y en tal caso representa el otoño, si no aparece en un estado sin vida aparente, el estado de vida latente, que llamamos invierno.  Si pensamos en el período de veinticuatro horas, del cual el día actual es una parte, podemos ver que también es un ciclo en el que los mismos principios están en vigor. Este momento es una parte de «la primavera» del día, aunque en nuestro lenguaje no lo expresamos así, decimos que es por «la mañana». Sin embargo, sabemos que el sol está en lo más alto del cielo a las doce del mediodía, momento en que el día  manifiesta el principio verano, al cual nosotros llamamos «mediodía». De esta forma la tarde es el otoño del día y la noche el invierno del día. Si pensamos en el propio organismo del hombre, en él también podemos ver que expresa una u otra de estas cuatro estaciones. O pertenece al estado de la niñez y representa todavía algo de la forma de vida física latente, el principio invierno, o bien pertenece a la juventud, que es lo mismo que el principio la primavera, un estado en el cual irrumpen las tempranas fuerzas latentes e inician un desarrollo. El organismo de algunas personas ha alcanzado el estado que representa «el verano», la edad de la madurez, que es la culminación del despliegue de la conciencia en la zona física, si no ha llegado ya a la degeneración física de la vejez, que manifiesta el principio «otoño». Pero, del mismo modo que los ciclos del año crean una cadena coherente y una renovación continua basada en los mismos principios y leyes, nuestra vida presente, en la que nuestro organismo representa actualmente una de estas cuatro estaciones, también es simplemente un pequeño eslabón de una cadena de vidas, sólo es un «día», 24 horas, de un ciclo mucho mayor que, en ciclo cósmico de espiral que ustedes conocen por los análisis de «Livets Bog (El Libro de la Vida) », llamamos reencarnación. De esta manera todo lo que, en resumidas cuentas, podemos percibir o experimentar es una parte de un ciclo, que se repite con formas más y más elevadas, y  con respecto al hecho de «encender una luz en la oscuridad» es también así
3. Luz y oscuridad espiritual
De la misma manera que podemos estar cansados o saciados de la oscuridad física y tener hambre de encender la luz física, así también puede uno llegar a cansarse de oscuridad a otro nivel y, del mismo modo, anhelar luz. Este «otro nivel» del que estoy hablando es un ciclo de oscuridad y luz que se encuentra por encima del físico. No es, por consiguiente, una cuestión de oscuridad o luz física, sino de luz y oscuridad psíquica o mental. ¿Cómo debemos entender esto? Se trata de todo lo que se refiere a la vida de nuestro pensamiento, a nuestra estructura mental, que se manifiesta en el mundo físico a través de nuestro sistema nervioso. Por medio de esta estructura percibimos una oscuridad y una luz que se encuentra a un nivel superior al físico. A esta oscuridad la conocemos como dolor, desaliento, desesperación, hastío de vivir y sensación de estar abandonado por Dios. También se puede decir de ella que es la ignorancia del hombre sobre su propia identidad como ser eterno e inmortal. Y a la luz al mismo nivel la conocemos como alegría, inspiración, apetito de la vida, amor y fuerza creadora. También se la puede caracterizar como el comienzo de la conciencia cósmica, o el estado de alta intelectualidad en que el ser posee conocimiento a cerca de su inmortalidad e identidad cósmica.
4. La luz mental es la verdadera luz de la Navidad
Dado que los hombres viven mentalmente en la esfera del dolor y del sufrimiento, que es la zona del invierno de la mente, no es tan extraño que estos seres anhelen o tengan hambre de la luz de la mente, que es su primavera y verano. De la misma manera que es un placer encender una luz física en el período oscuro del año, también se está convirtiendo en un placer encender una luz en la esfera oscura de la mente; y  esta luz psíquica, que está simbolizada por todas las luces navideñas físicas que están encendidas en este momento en la esfera física, es la verdadera luz de Navidad. Encender una verdadera o auténtica luz navideña será entonces lo mismo que encender alegría y apetito de la vida en la mente de los seres vivos. Un hombre es una «luz navideña cósmica»en la medida en que puede encender luz y alegría de vivir en la mentalidad de otros hombres. 
5. Los grandes redentores del mundo han sido, todos ellos, poderosos y brillantes seres en la zona del invierno mental de la humanidad terrena
Recordando la historia de la humanidad, vemos seres que han encendido una luz en las almas con una fuerza tal que hoy millones de hombres todavía mantienen su apetito de la vida en virtud de esta luz. Los grandes redentores del mundo y los sabios verdaderos han sido, todos ellos,  seres fuertemente luminosos en la zona del invierno mental de la humanidad terrena; lo que ellos, a través de escritos, palabras y comportamiento, han dado en forma de amor al prójimo como información y sabiduría ha enriquecido la mente de los hombres y ha hecho más fácil para ellos soportar las cargas que les abruman en la esfera oscura de la vida. Si la luz de estos seres no hubiera brillado en la zona del invierno de la humanidad terrena, la historia de la humanidad contendría sólo descripciones de guerras y más guerras. El principio mortífero se habría manifestado en un grado que es imposible imaginar. En ningún lugar habría existido la esperanza del verano mental y la luz del sol, se habría abandonado toda esperanza, y tempestades de hielo de una noche polar espiritual silbarían y chiflarían una canción fúnebre sobre las mentes muertas. Pero este no es el caso. A pesar de que tormentas de invierno mentales con frío, heladas y muerte han bramado por encima del cielo mental de la humanidad, la esperanza no ha desaparecido, precisamente porque la Divinidad, a través de la poderosa y cálida luz  de los redentores del mundo, ha encendido una nueva esperanza, nuevos anhelos, inspiración, alegría y coraje para hacer frente a la vida en la noche oscura del invierno mental de la humanidad terrena. Aquí encontramos la Navidad en su revelación suprema; la historia de la humanidad nos revela directamente que celebramos la  Navidad en casa del mismo Padre eterno. La humanidad terrena es el abeto oscuro en el que la Divinidad eterna ya ha encendido y sigue encendiendo brillantes y centellantes «luces navideñas» en forma de redentores del mundo y de todos los defensores del humanitarismo. Conciencia cósmica, alta intelectualidad, la experiencia de la inmortalidad y ser uno con el Padre, con la consiguiente paz o bienaventuranza permanente, son los regalos navideños que la humanidad recibirá un día. Para la mayoría estos regalos están todavía escondidos por un tiempo detrás del gran árbol, en el que cada hombre se convertirá en una  brillante luz, encendida con la llama de una antorcha que ha estado brillando anteriormente con gran claridad. Cuando el hombre se convierte en una luz navideña, cuyo cálido humanitarismo irradia a todos los lados, a este ser también le ha llegado el momento de recibir los regalos divinos. El universo es la gran sala de fiestas de Dios, los planetas, los sistemas solares y las galaxias son cada uno de ellos ventanas abiertas al mundo del tiempo y del espacio. Pero nosotros mismos pertenecemos a la eternidad. Uno con el Padre, sobrevivimos a los soles y a las estrellas para ver encenderse nuevos soles y nuevas estrellas. Somos los señores de la vida y de la muerte, somos nosotros los que encendemos y apagamos las luces, nuestra voluntad es nuestra voz en el canto de acción de gracias del universo y en el himno a la vida, que igualmente puede, así mismo, resonar con una canción fúnebre, ya que la muerte es algo necesario, pero sólo para que lo que muere pueda nacer a una nueva vida con formas superiores,  a la oscuridad de ciclos superiores, donde una luz más grande puede ser encendida en la oscuridad y hacer retroceder las sombras de la noche.
6. Llegará un momento en que todos los hombres irradiarán el «reino de los cielos»
Muchos hombres  tienen hoy en día la actitud de que «celebrar la Navidad» es algo «anticuado». No saben que ellos están en medio de una fiesta de Navidad cósmica, en la que continuamente se encienden luces en la oscuridad. Pero aunque el hombre lo ignora, es algo divino que los hombres celebren, en todo caso, una vez al año, la fiesta de la de luz y experimenten la alegría de dar. Con la Navidad celebramos el hecho de que un niño nació en este planeta, un niño que  creció y se convirtió en una luz espiritual para los hombres, un mensajero divino del «reino de los cielos». Pero él les dijo a los hombres que «el reino de los cielos» también estaba dentro de ellos. Allí donde el hombre está más dispuesto a servir que a ser servido, allí donde prefiere sufrir él mismo antes que ser la causa del sufrimiento de otros, y allí donde trabaja para desarrollar sus facultades humanas en beneficio de todos, «el reino de los cielos» no está sólo dentro de él, sino que comienza a irradiarlo a través de sus pensamientos, palabras y acciones. Esta es «la mentalidad de la Navidad», la luz navideña de la mente que luce en la noche del invierno mental. Uno puede entrenarse a tener la verdadera Navidad en su propio interior buscando controlar su propia mente. Hay suficientes cosas, personas que pueden irritar a uno, hacerlo enfadar, o amargarlo incluso en los días navideños, se trata de la oscuridad espiritual, la tormenta de nieve y el frío que corta. Es «la mentalidad de Herodes» que tiene un efecto mortífero sobre «el Niño-Cristo». Pero sabemos, claro está, por el evangelio navideño que «el Niño-Cristo» no fue asesinado, que fue salvado de los soldados de Herodes. Este viejo relato nos habla no sólo a cerca de un hecho que ha tenido lugar, sino a cerca de un hecho que aún está teniendo lugar. El Niño-Cristo no nació sólo en Belén hace casi dos mil años, su nacimiento está a punto de tener lugar hoy mismo en ustedes, en cada hombre concreto. Cuando el árbol de Navidad brilla y centellea con sus muchas luces y la estrella en lo alto, cuando los hombres se cogen de la mano y forman una cadena como símbolo de lo que los hombres de todos los colores y de todas las nacionalidades harán un día, cuando cantan  «paz en la Tierra, júbilo en la Tierra» y se dan unos a otros regalos, entonces también celebran el nacimiento del Niño-Cristo en su propio interior.
7. Mis análisis cósmicos son una serie lógica de pensamientos, pero también son parte del mensaje navideño.
Mi misión ha sido especialmente convertir los principios cósmicos en análisis intelectuales para que se adapten tanto a la inteligencia como a la intuición. Estos análisis son una serie lógica de pensamientos que el hombre desarrollado, que tiene material de experiencias con las que trabajar, puede hacer suyos y ver si están conformes con las manifestaciones de vida que  encuentra a diario. Pero esto también es una parte del mensaje de Navidad. Allí donde estos análisis se convierten en conocimiento para ustedes, se convierten en parte de su vida, allí también hay paz en el mundo. Donde el conocimiento cósmico se convierte en una realidad tanto para el sentimiento como para el pensamiento, el amor al prójimo tiene que desplegarse, no como sentimentalismo, sino como amor verdadero que de forma apropiada beneficia tanto al ser individual como a la totalidad. Opino que porque uno trabaje con la ciencia del espíritu, uno no se convierte en demasiado «adulto» para celebrar la Navidad. Al contrario, a través de la ciencia del espíritu uno comienza a ver muchas cosas desde una perspectiva diferente que antes, y esto, con el tiempo, cambiará los aspectos materialistas de las costumbres navideñas. Pero celebrar el principio navideño, «encender una luz en la oscuridad»,  se ha convertido en una necesidad para los hombres especialmente para los que viven en la zona del invierno físico de la Tierra. Y entonces tiene significado pensar  que «el tono fundamental de la Navidad», la luz, la paz, dar regalos, es lo mismo que «el tono fundamental del universo», amor al prójimo, ser útil para todos. Esta es la mentalidad que con el tiempo tiene que extenderse a todo el año y por toda la Tierra; entonces el «cuento de Navidad» habrá llegado a ser una resplandeciente realidad en un mundo físico, y la Tierra una «estrella de Navidad».  
De una conferencia dada en diciembre de 1946. Título original danés: Et juleeventyr. El manuscrito de la conferencia ha sido revisado por Mogens Møller y aprobado por Martinus. Se publicó por primera vez en el número 26/1957 de la edición danesa de la Carta de Contacto. Traducción: Javier Romero Tello y Martha Font. ID de artículo: M0940.

© Martinus Institut 1981, www.martinus.dk

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