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M0490
A través del espacio vacío del universo
Por Martinus

Capítulo 1
Distancias en el espacio
Todos sabemos que el universo es un espacio infinito en el que hay suspendidas incontables galaxias, nebulosas, soles y planetas. También sabemos que entre estos soles y galaxias hay distancias inmensas, de hecho, distancias que son miles de veces mayores que el espacio que estos soles y galaxias ocupan. ¿Por qué hay distancias tan gigantescas entre estas partículas macrocósmicas del universo? ¿Por qué no pueden estar estos soles y planetas más cercanos los unos de los otros? No, no pueden estarlo. Si las grandes distancias, que actualmente hay entre los cuerpos celestes, no existieran, la vida física en la que vivimos no podría de ninguna manera desarrollarse.
Todos sabemos que si la Tierra se acercase al Sol, finalmente entraría en una zona en la que toda la vida de su superficie sería destruida por la luz y el fuego del Sol. Así mismo, su vida se moriría de frío si se alejase del Sol. Así pues, estas distancias gigantescas entre los mundos del universo tienen un objetivo muy específico. Están especialmente calculadas para favorecer el desarrollo de vida. Sin las grandes distancias entre estos mundos o cuerpos celestes no habría espacio para sus movimientos necesarios para su vida. Sin estos movimientos no podría surgir ni espacio ni tiempo, día ni noche, invierno ni verano. El mundo físico sería totalmente inhabitable para la vida consciente. Pero lo que sucede es todo lo contrario.
Capítulo 2
La aparición y desaparición de las constelaciones de estrellas
El mundo físico expresa, en muy alto grado, vida. Pero esta vida se concentra en el espacio vacío alrededor de las constelaciones de estrellas luminosas que vemos en el claro cielo nocturno. Todas estas estrellas luminosas o constelaciones de estrellas han surgido de la oscuridad del espacio vacío. Son como un producto de este espacio vacío, del mismo modo las vemos desaparecer de nuevo en la oscuridad y convertirse en invisibles dejando sólo tras sí el espacio vacío.
Por consiguiente, tenemos ante nosotros un espacio vacío gigantesco en el que aparecen mundos y desaparecen de nuevo. Como algo no puede venir de nada, del mismo modo que tampoco puede convertirse en nada, aquí experimentamos una ficción. Vemos que es como si nieblas luminosas apareciesen de la nada. Estas nieblas se condensan, a su vez, en soles y galaxias, culminan en estados de luz y calor para luego, otra vez a través de inmensos periodos de tiempo, dirigirse a su destrucción, disolverse en la oscuridad, convertirse en nada en el universo.
Dado que, como ya hemos dicho, algo no puede surgir de nada, esta aparición de cuerpos celestes en el universo no puede ser de ninguna manera el primer comienzo de las sustancias o materias. Ya tienen que haber estado presentes en el mismo grado antes de convertirse en las nieblas de gas y las formaciones de soles y planetas que tenemos ante nuestros ojos en el espacio.
Como algo no puede convertirse en nada, la disolución y desaparición de los cuerpos celestes en el universo tampoco puede ser la destrucción de las sustancias o el cese total de las materias, tal como vemos con nuestros ojos físicos. Esto convierte en un hecho que las materias pueden aparecer en un estado en el que no son accesibles por nuestros sentidos físicos. Y donde las materias o sustancias no son accesibles por nuestros sentidos físicos, allí no podemos, naturalmente, percibir nada. Pero, donde no podemos percibir y, por consiguiente, no podemos experimentar ningún detalle, allí sólo podemos experimentar la existencia como espacio vacío.
Capítulo 3
El espacio vacío es un mundo espiritual
El hecho de que el universo se nos muestre como un gigantesco espacio vacío, en el que la materia que forma soles y galaxias sólo llena sumamente poco, no se debe en absoluto a que, en realidad, constituya un espacio vacío, sino a que aquí la materia se presenta en un estado que no puede influir sobre los sentidos físicos.
De este modo, nos encontramos ante dos clases de materia: la materia visible para los sentidos y la materia invisible para los sentidos. Pero del mismo modo que las materias visibles constituyen el mundo visible, las materias invisibles constituyen, por su parte, un mundo invisible. Y aquí hemos llegado al fundamento de todas las religiones, a saber, que existe un mundo «espiritual» más allá del físico. Pero para nosotros el mundo invisible o espiritual no es una creencia o hipótesis, sino un hecho real.
Pero, ¿por qué se designa este mundo invisible como «espiritual»? Se designa como espiritual, porque toda nuestra conciencia y todo nuestro mundo de pensamientos están hechos de esta materia. Con los sentidos físicos o los ojos no podemos ver nuestros pensamientos o representaciones mentales. Es por esto que debemos expresarnos por medio de un lenguaje. Si nuestros pensamientos fueran visibles, tal como nuestro organismo físico, nuestros ojos, pelo, manos, etc., no necesitaríamos usar las palabras. Como pensamientos son lo mismo que conciencia, y conciencia es, a su vez, lo mismo que espíritu, y el espíritu pertenece a la materia invisible, aquí tenemos la causa de que la zona de esta materia haya sido denominada «el mundo espiritual».
Capítulo 4
Primitivismo religioso e intelectual
El infinito espacio vacío del universo consiste en un mundo de materias invisibles y, debido a esto, es igual de real que el mundo formado por las materias visibles para los sentidos físicos. Pero esto no significa, naturalmente, que este mundo invisible o psíquico, como también se denomina, encaje en las muchas y diversas concepciones religiosas que se han formado con respecto a él. Al contrario, aquí se ha tenido el campo libre para la fantasía anormal y la pura superstición. Sus productos han contribuido, a su vez, a que muchos hombres intelectuales hayan directamente tenido antipatía hacia cualquier manera imaginable de concebir la existencia de este mundo invisible. Muchas de estas personas intelectuales o científicos consideran a cada persona que se ocupa del mundo espiritual como primitiva, dejando, así, al descubierto su propia insuficiencia intelectual. Con esta actitud ponen de manifiesto que no comprenden que negando la existencia del mundo invisible se ven obligados a inclinarse, de manera consciente o no, a la opinión de que algo puede venir de nada y, así mismo, que algo puede convertirse en nada. Con esto, se consolidan indirectamente a sí mismos como primitivos. El mundo espiritual o invisible es un hecho evidente en forma del infinito espacio vacío del universo.
Capítulo 5
El mundo de nuestros pensamientos es una parte del espacio vacío o mundo invisible
¿Qué se oculta tras este gigantesco espacio vacío? Tiene necesariamente que esconderse el algo, las leyes, los principios y las fuerzas que son la causa de que las galaxias, los planetas o mundos y los seres vivos surjan de la oscuridad, pasen del estado invisible al visible. Así mismo, el mundo invisible o espiritual también tiene que ser una continuación del proceso que lleva estas mismas realidades citadas fuera del mundo o estado visible y de regreso al mundo o estado invisible.
Dentro del gran espacio vacío del universo tiene, por consiguiente, lugar una gran actividad o despliegue de energía, pero como vibraciones y longitudes de onda que no pueden influir sobre nuestros sentidos físicos. ¿Cómo se puede saber que verdaderamente tiene lugar un gran despliegue de energía en este mundo invisible?
Observando la actividad de nuestro propio pensamiento y el despliegue de nuestra conciencia, que forman la parte del mundo invisible que está en conexión directa con nuestra experimentación de la vida. Antes de cada palabra que deseamos pronunciar, antes de cada acto, de cada movimiento que deseamos realizar ha tenido lugar un proceso en el pensamiento. Deseamos, pensamos y nos imaginamos de antemano los actos o manifestaciones de tipo físico que deseamos manifestar, del mismo modo que todas las experiencias físicas que nos salen al encuentro dejan tras sí, en nuestra conciencia, actividad del pensamiento e imaginativa.
Todo lo que los hombres han manifestado ha sido primero manifestado en su mundo de pensamientos, es decir, en la parte invisible de su persona o manifestación como seres vivos. El ser vivo también consta, de este modo, de una parte visible y una invisible. La visible es el organismo físico, mientras la parte invisible constituye la conciencia. Pero es un hecho que la parte visible es dirigida y conducida por la parte invisible. La parte invisible es, por lo tanto, la parte fundamental del ser vivo. Pero, ¿por qué no podría suceder también lo mismo con el universo?
Capítulo 6
Por qué Dios está en «el cielo»
El universo también consta de una parte visible y una invisible. ¿Y no vemos, también, aquí que las creaciones materiales expresan lógica, planes e intenciones o cumplen unos objetivos lógicos? ¿Por qué no tendrían que haber surgido estos planes, ideas e intenciones en la parte invisible del universo? ¿Por qué no tendría que ser la parte invisible del universo la sede de la que surgen estos planes, estas ideas e intenciones? ¿Por qué no tendría que ser esta misma parte invisible del universo conciencia, lo mismo que en los seres vivos?
La parte invisible del universo origina exactamente la misma clase de manifestación que la parte invisible de los seres vivos, a saber, creación útil. La parte invisible del universo, o sea, el espacio vacío infinito es, de este modo, conciencia, sede de manifestaciones de pensamiento, deseo y voluntad y el «algo», origen de estas manifestaciones de pensamientos, de este deseo y esta voluntad.
No es extraño que la idea de que «Dios está en el cielo» haya venido al mundo, del mismo modo que también es natural que el concepto «en él vivimos, nos movemos y somos» también tenía que venir al mundo. El yo y la conciencia de Dios constituyen, de este modo, la parte invisible del ser que llamamos Dios, pero el organismo físico de Dios (el universo físico) constituye la parte visible del mismo ser, tal como en nosotros y en todos los otros seres vivos. Nuestro yo y nuestra conciencia constituyen, claro está, nuestra parte invisible, del mismo modo que nuestro organismo físico constituye nuestra parte visible. De este modo, ya somos «la imagen de Dios».
Capítulo 7
«Nacimiento» y «muerte»
Como se desprende de lo que antecede, el espacio vacío del universo no es, en realidad, ningún espacio vacío. Algo así sería imposible en el universo. Pero en todas las situaciones en las que la sustancia o materia no es accesible para ninguna forma de percepción física en absoluto, allí surge el espacio vacío. ¿Qué aspecto tendría, si no, que tener un mundo o una zona que no es perceptible para ninguna forma de percepción física en absoluto?
Que el espacio vacío no es una zona en la que no existe nada en absoluto es, tal como ya hemos demostrado, un hecho, porque el mundo físico perceptible por los sentidos, es decir, galaxias, soles y planetas, en ningún caso ni en ninguna situación tiene su causa primera o su primer origen en el mundo visible. Vemos que de la oscuridad del espacio vacío o mundo invisible emana una corriente constante de materias que se condensa y se hace visible o accesible para los sentidos físicos. Así mismo, también vemos cómo se disuelven de nuevo y se hacen inaccesibles para los sentidos físicos, pasando de nuevo a formar parte de la oscuridad del espacio vacío o del mundo invisible; se trata del proceso que denominamos «nacimiento» y «muerte».
Vemos soles y mundos nacer y morir, vemos creaciones minerales nacer y morir, del mismo modo que vemos productos animales y vegetales nacer y morir. Todo lo que es accesible por los sentidos físicos nace y muere. Aquí no se hace ninguna excepción. Como la materia no puede surgir de nada, del mismo modo que tampoco puede convertirse en nada, este nacimiento y esta muerte no es respectivamente ningún principio ni ningún final. En realidad, nacimiento y muerte son, de este modo, respectivamente una entrada al mundo físico o visible y una salida de él. Presenciamos, por consiguiente, la transformación de esta materia del estado visible al invisible.
Capítulo 8
Nuestro «yo» eterno tras la materia
Pero, ¿quiénes somos «nosotros»? ¿Somos idénticos a la materia que está sujeta a este nacimiento y a esta muerte? No, es imposible que lo seamos. Los hechos muestran hasta la saciedad que constituimos un «algo» que experimenta o constata la transformación de esta materia o su nacimiento y muerte. Es cierto que tenemos un organismo que también nace y muere. Pero, ¿por qué no tendría que estar sujeto al mismo nacimiento y a la misma muerte? Sólo es una construcción lógica de materia física. Constituye un simple fenómeno «creado», calculado exclusivamente a sólo ser un instrumento por medio del cual un «algo» puede experimentar y percibir el mundo físico. Este algo no puede ser el organismo en sí, dado que este organismo sólo es un fenómeno elaborado o creado, calculado para cumplir un objetivo especial. Pero como un objetivo es lo mismo que un deseo, sólo puede tener a un algo vivo como origen. El organismo de cada ser vivo es, de este modo, el cumplimiento de un deseo y revela, con ello, que tras el organismo existe un algo vivo que es el origen de este organismo, y para el que dicho organismo es un instrumento que lo ayuda a experimentar la vida. A este algo tras el organismo lo expresamos como nuestro «yo». Este yo o ente nuestro es lo que ve por medio de nuestros ojos, oye por medio de nuestros oídos y experimenta y se manifiesta en la zona física por medio de todos nuestros otros sentidos físicos. Como este yo no ha sido creado, como lo ha sido el organismo, dado que él mismo es el creador, tiene una existencia eterna. Existía antes de que su actual organismo comenzase a existir, del mismo modo que existirá cuando este organismo deje de existir en la zona material. Y del mismo modo que ha contribuido a crear el organismo actual, también contribuirá de nuevo a crear un nuevo, futuro organismo y así sucesivamente. Pero este yo y su conciencia o mundo de pensamientos se encuentra, de este modo, más allá de la percepción física y, con ello, forma parte de los detalles del espacio vacío.
El espacio vacío del universo es, así pues, la sede de los yo de todos los seres vivos, de su conciencia y mundos de pensamientos, así como de la misma manera es la sede del yo y la conciencia de Dios. En las profundidades de la oscuridad del espacio vacío del universo existe, de este modo, el origen o la fuente más profunda de la vida y su conciencia. El yo y la conciencia de todos los seres vivos existentes se oculta, así mismo, en este mismo mundo físico invisible. Esto es válido no sólo para todos los seres con un organismo físico, sino que también es válido en el mismo grado para todos los seres que se han liberado de este organismo y a los que denominamos «los muertos». Todos están en el mundo invisible, y a partir de él se encarnarán otra vez en un nuevo organismo físico y, así, se manifestarán de nuevo en el mundo físico.
Capítulo 9
Para las más altas facultades y sentidos espirituales no existe ningún espacio vacío
El universo o cosmos consta, por lo tanto, de dos clases de mundos: el mundo físico y el mundo espiritual. Todas las galaxias, soles y planetas y todo lo que, en relación con estos mundos, es visible para los sentidos físicos, constituye, por consiguiente, el mundo físico. Todo lo que se encuentra fuera de estos fenómenos físicos visibles, es decir, el oscuro espacio vacío del universo, constituye el mundo espiritual. Que este mundo se muestre como espacio vacío sólo es, como ya hemos dicho, porque los detalles de estos mundos no son accesibles para los sentidos físicos. Pero para las más altas facultades espirituales o sentidos psíquicos el mundo espiritual no es ningún espacio vacío. Para estos sentidos el espacio físico vacío del universo se convierte en un resplandeciente mundo gigantesco lleno de vida, luz y alegría.
No nos adentraremos en detalles sobre este mundo, dado que hemos tratado de él en otros escritos y conferencias. Aquí sólo vamos, sin embargo, a lanzar un pequeño destello de luz sobre la parte física: el espacio vacío del universo. En general, los hombres creen que este espacio vacío también es un mundo físico, en el que uno puede vivir y moverse físicamente, del mismo modo que uno puede vivir y moverse en la zona física denominada Tierra. Muchos hombres creen que se llegará a poder construir vehículos, una especie de naves espaciales, por medio de los cuales se podrán directamente establecer conexiones con otros planetas y sistemas solares. Los mundos desconocidos tendrían, de este modo, que convertirse en fabulosas atracciones turísticas, y, así mismo, la importación y exportación entre los planetas también tendría que convertirse, con ello, en un hecho. Aquí vemos hasta qué punto la fantasía puede desbordarse, cuando se ocupa de zonas cuya verdadera estructura ignora quien fantasea. Los hombres no comprenden en absoluto que es igual de imposible para el ser animal vivir en el espacio vacío del universo, como lo es para una mosca común vivir en el fondo del océano y para un pez de aguas profundas vivir en un desierto ardiente.
La zona de vida física de todos los seres vivos depende totalmente de las posibilidades de vida a que tienen acceso por medio de sus organismos físicos. ¿Cómo podrían los seres vivos experimentar posibilidades de vida para las que no están construidos?
Capítulo 10
El mundo físico es un mundo secundario
El organismo de cada ser vivo es un instrumento calculado exclusivamente para darle a quien lo tiene una posibilidad de vida especial y determinada. En qué consiste esta posibilidad de vida depende de la capacidad de este organismo. Ningún ser normal puede experimentar la existencia física fuera de la zona de esta capacidad. Es por esto que una mosca no puede vivir en el fondo del océano, y un pez de profundidades no puede vivir en un desierto ardiente. Cada uno tiene que permanecer donde está, porque su organismo no puede darles la posibilidad de vivir bajo otras condiciones que aquellas para las que ha sido construido para cumplir.
Si el ser sale fuera de estas condiciones de vida, que su organismo físico ha sido construido para cumplir, su existencia física cesa, y decimos que muere. Pero esta muerte sólo afecta a su existencia física. Su yo y la parte invisible de su existencia conectada con este yo, es decir, su conciencia o mundo de pensamientos, sigue existiendo. Pero como el organismo físico está muerto, el ser ya no puede manifestar la existencia de su yo y de su conciencia a través de él. Y, debido a esto, ahora hay un espacio físico vacío donde antes llenaba el espacio físico con su manifestación. Pero todavía vive en este espacio vacío, se manifiesta y experimenta la vida, a través de un organismo espiritual adecuado, junto con todos los otros seres semejantes, hasta que de nuevo pueda nacer en la zona física. Como esta existencia, aquí mostrada, no es accesible para los sentidos físicos, es natural que sólo pueda manifestarse como invisible físicamente.
Y es este mundo invisible lo que experimentamos como el espacio vacío del universo. En este espacio vacío se oculta, de este modo, el verdadero mundo primario o más importante. Desde aquí nacen los seres al mundo físico y vuelven de nuevo aquí cuando mueren para este mundo. El mundo físico sólo es un mundo secundario. El mundo espiritual físico e invisible o espacio vacío del universo es, por consiguiente, la zona de vida primaria o más importante. Es el dominio de la vida eterna.
Capítulo 11
La Tierra es un organismo vivo, no podemos abandonarla en estado físico
Con respecto al pequeño destello de luz sobre el espacio vacío del universo, se verá por uno mismo que este espacio no es, ni nunca, en ninguna situación, podrá ser escenario para la vida y existencia física de otro modo que no sea a través del principio del nacimiento y la muerte orgánica. En virtud de este principio, entramos en el mundo físico desde el mundo espiritual. Y en virtud del mismo principio regresamos de nuevo al mundo espiritual. Que hayamos podido nacer en el mundo físico sólo se debe a que de antemano existía un mundo así. Pero un mundo físico no puede existir y dar posibilidades de vida a seres desencarnados sin ser un organismo vivo. La Tierra es un organismo así. En su estructura particular hay las posibilidades de vida particulares en las que se basa nuestra vida física diaria. En la misma medida en que eventualmente abandonemos la zona física de la Tierra, entraremos en el espacio vacío del universo, donde no tenemos ninguna posibilidad en absoluto de mantener nuestra existencia física. Salir al espacio vacío del universo es lo mismo que salir a una situación en la que nuestro organismo físico cesa de ser un instrumento para el mantenimiento de la vida, dado que las dimensiones físicas, que ha sido creado para vencer, ya no existen. Donde no hay aire los pulmones no pueden funcionar, donde no hay luz la vista no puede funcionar. Donde no hay sonido el oído no puede funcionar, del mismo modo que el uso del habla también es imposible. Pero a esto hay que añadir que la fuerza de gravedad, que, por lo demás, nos mantiene en nuestro lugar, tampoco existe y, con ello, nuestro centro de equilibrio deja de funcionar. Ya no existe ningún «arriba» ni «abajo» para nosotros. Y así nuestra facultad de orientación es anulada. Además, nuestro medio de transporte tendría que alcanzar una velocidad que, como mínimo, tendría que ser correspondiente a la velocidad de la luz, si este gigantesco viaje espacial no tuviera que colisionar con nuestra existencia que, en relación con esto, es como la de una efímera mosca.
Tras esto, tendría que ser fácil de comprender que los viajeros espaciales físicos nunca llegarán vivos a las lejanas metas del espacio que se han fijado. Si su medio de transporte puede llegar ileso a su destino, lo cual probablemente no está fuera de sus posibilidades, en el mundo lejano la nave espacial sólo será una tumba, en la que sus pasajeros estarán enterrados. Así pues, el viaje espacial solamente será el funeral de unos suicidas. El espacio vacío del universo es espíritu y, por consiguiente, sólo puede ser transitado por seres espirituales.
El artículo forma parte del librito no. 16: El principio de la reencarnación, traducido del danés al castellano por Martha Font en 2012. Título original: Gennem verdensaltets tomrum. ID de artículo: M0490.

© Martinus Institut 1981, www.martinus.dk

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