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M0030
Ser uno con el Padre
por Martinus

1. La vida terrena da a todos los seres vivos «la conciencia de Dios»
Toda la vida terrena, el pasaje por el reino animal o las zonas del principio mortífero, es una iniciación, es un desarrollo que conduce al «gran nacimiento», donde uno se hace consciente en la Deidad, se convierte en uno con el Padre. Por lo tanto, todo este pasaje, esta vida en el reino animal, se basa únicamente en llevar al ser a una culminación especial en la adquisición de conocimientos sobre los efectos del llamado «mal», que a su vez es lo mismo que la «sabiduría absoluta». Esta «sabiduría absoluta» es lo mismo que «el espíritu santo», que de nuevo significa lo mismo que «la conciencia de Dios». Toda la vida terrena se basa, por lo tanto, o tiene como fin, mediante el desarrollo, dar a todos los seres vivos «la conciencia de Dios». Cuando se ha cumplido este fin y el ser está lleno con esta conciencia divina, se percibe a sí mismo como siendo «uno con el Padre». Se ha vuelto completamente soberano en términos mentales. Está completamente independiente de los demás, de lo que es «bueno» y lo que es «malo», y a través de eso sólo puede estar en contacto con la voluntad divina. Para este ser no existe nada que esté por encima de o a nivel de esta voluntad, y la deidad es, por lo tanto, el «punto fijo» absoluto del mismo ser. Le habla a Dios como un hombre habla con su prójimo. Huelga decir que el destino de este ser se funda en una sólida y duradera felicidad inquebrantable.
Esto significaría de nuevo que, si todos los humanos de la tierra hubieran llegado a tal estadio, la tierra sería un «paraíso» basado en la más alta sabiduría absoluta. Sería un mundo donde el militarismo, la policía y el poder judicial, así como todas las discusiones y asociaciones políticas y sectarias se habrían hecho superfluas, ya que todos los seres llevarían la ley del amor en sus corazones y mentes. Todos existirían sólo para servir a todos. El amor al prójimo sería para los seres el factor principal que todo lo abarca. El mundo se iluminaría de bendición divina. El mensaje navideño de «paz en la tierra» sería una viva realidad omnipresente.
2. La política no puede crear un «reino de la felicidad» completo
Pero ¿por qué ya no es así? – ¿No es así que todos quieren la paz hoy en día? ¿No es así que todos los hombres quieren que el mundo esté libre de guerras, asesinatos, matanzas y mutilaciones, libre de robos, odio y persecuciones, libre de envidia, celos, calumnia y similar? – Sí, todos los seres quieren absolutamente la paz, cuando se trata de sus propias vidas, su propio destino. Pero este deseo no es tan absoluto cuando se trata del destino del prójimo. Cientos de miles de personas de hoy tienen a seres dentro de su círculo de visión a quienes su antipatía es tan fuerte que sentirían como una injusticia horrible si un destino tan feliz cayese repentinamente sobre estos, sus enemigos. ¿No es así que uno siente que es justo que esta u otra molestia tocara a los enemigos? Y si eso sucede, ¿no se expresa en varios casos su satisfacción con la exclamación: «Bien merecido lo tienen»? – Un «reino de la felicidad» completo no puede ser creado por ningún poder dictatorial, ya sea democrático o autocrático. Sólo traerá felicidad a algunos, mas una fuerte sensación de injusticia a otros seres. Y la creencia en este sistema injusto no crea inspiración o estímulo a favor de su existencia continua, sino a favor de su desaparición. Y la «paz» lograda fue sólo un fenómeno más o menos camuflado. La discordia continúa debajo de este camuflaje.
Pero una «paz» que se socava a sí misma no puede ser la verdadera felicidad o el sentido final de la vida, aunque, por supuesto, la «paz» mencionada puede ser una medida externa absolutamente necesaria para la existencia de la sociedad. Pero para el individuo mismo, la paz no es algo que pueda ser dado por un orden social externo, no importa cuán perfecto pueda ser. Por lo tanto, la «felicidad verdadera» no se puede dar al ser por ninguna regulación externa prescrita por una receta. Es de una naturaleza y un carácter mucho más profundo que los fenómenos que están sujetos a la voluntad de la consciencia diurna. Con esta voluntad se puede decidir directamente si se quiere ir, sentarse, correr, escribir, leer, hablar o algo así, pero no se puede de la misma manera dictar ser «feliz». Si la felicidad, como los fenómenos mencionados, fuera sólo un acto de voluntad no habría gente infeliz. Nadie puede estar interesado en destruir su propio bienestar general.
3. La verdadera felicidad no puede ser uno con un sistema político o religioso
La verdadera felicidad no es, por lo tanto, ser uno con un sistema, independientemente de si es de naturaleza política o religiosa. Los sistemas son, sin excepción, fenómenos con limitaciones externas y, sin excepción, socavarán la felicidad del ser en virtud de esta limitación. Si uno está totalmente en contacto con uno u otro sistema, significa que uno no tiene intereses en la vida que se vean afectados u obstaculizados por su limitación. Y se siente libre y feliz con el sistema. Por lo tanto, uno no se siente molestado por su limitación. Uno se siente «feliz». Pero dado que siempre hay otros seres para quienes la limitación del mismo sistema es una inhibición total de intereses profundos e importantes de la vida, tales seres se sentirán terriblemente limitados y atados mentalmente por el mismo sistema. Se sentirán tan descontentos con el mismo sistema como los seres antes mencionados se sentían felices con ello. De este modo, la felicidad de los primeros seres descansará sobre la infelicidad de otros seres. Que los seres infelices o atados luchen por su libertad es una normalidad indiscutible. Pero así es un hecho que la felicidad de los primeros seres produce fuerzas que socavan. Que estas fuerzas sólo pueden ser superadas por el poder, no da ninguna seguridad absoluta, sino que simplemente revela que aún no nos hemos alejado del terreno de la jungla en nuestros corazones.
4. La encrucijada entre el animal y el hombre terreno
La paz que queremos es la muerte y destrucción de nuestros enemigos. Pero la vida tiene un significado más alto con el ser humano terreno que dicha felicidad. ¿Por qué motivo tenía este ser que alejarse del gran Eldorado de lucha de la jungla de vida y muerte, donde la felicidad es sólo mantener el trofeo de victoria con el pie en el cuello del prójimo? – Y aquí hemos llegado a la gran encrucijada entre el hombre terreno y el animal. Mientras que la felicidad del animal sólo depende de su superioridad y poder para iniciar la muerte y destrucción de los demás seres en la jungla, y mediante la cual puede afirmar su propia existencia, la felicidad humana debe ser reclamada de una manera completamente diferente. De lo contrario, nunca irá más allá del estadio del animal. Que sea más genial y más hábil para ejecutar el principio mortífero en virtud de su capacidad técnica, no lo eleva en ninguna medida por encima del principio de la jungla, por el contrario, sólo hace del hombre terreno un animal aún más grande y más bestial que los seres que de otro modo denotamos con este término. Entonces, ¿qué es aquello, que será el fundamento de la verdadera felicidad del hombre terreno, convirtiéndolo en un ser más elevado que el animal? Bueno, ¿no es exactamente el llamado «espíritu santo», que en realidad es lo mismo que «la conciencia de Dios»? Así que el hombre terreno está en camino de ser animado por la conciencia de Dios, que a su vez es lo mismo que convertirse en «uno con el Padre».
5. Estar en contacto espiritual con la vida
¿Qué quiere decir, entonces, ser animado por la conciencia de Dios o convertirse en «uno con el Padre»? – Quiere decir familiarizarse completamente con los planes de pensamientos de la divinidad y ver que hay una amorosa intención divina con cualquier cosa que pasa, no importa cuán materialista pueda parecer físicamente. Que la existencia misma y la vida así se convierte en una expresión de un ser vivo detrás de la vida, un ser que piensa, y, por lo tanto, forma la realidad de la deidad, está claro. También está claro que esta convivencia con una deidad viva significa que la persona que la practica está protegida de manera diferente de todos los fenómenos desagradables de la existencia que el ser que en estos sólo ve fuerzas accidentales más o menos catastróficas para su supuesta felicidad, que se tienen que perseguir. Habiendo alcanzado el conocimiento del bien y del mal, y habiendo adquirido la sabiduría fundamental consecuente, y uno ve con su inteligencia, –no con su fe–, que «todo es muy bueno», entonces ya no hay una fuerza estimulante o propicia en el principio mortífero. Uno está en contacto espiritual con toda la vida, tanto con las cosas como con los semejantes. Uno ama a su prójimo como a sí mismo.
Manuscrito para una conferencia celebrada en la sala de Livets Bogs Bureau el domingo 26 de noviembre de 1944. Los subtítulos por Ole Therkelsen fueron aprobado por el Consejo el 23.03.1999. Publicado en el Kosmos danés no. 10 de 1999. Título original: At være ét med Faderen. Traducido del danés al castellano en octubre de 2018 por Else Byskov y Javier Romero Tello. N.º de artículo: M0030.

© Martinus Institut 1981, www.martinus.dk

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