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M2390
Los guardianes del umbral
por Martinus

En las conferencias que dicto aquí en nuestro centro de Klint suelo tocar temas que son absolutamente relevantes en la vida cotidiana y, por lo tanto, evito, en la medida de lo posible, entrar en análisis más difíciles y elevados. Por eso también me gustaría hablar esta noche sobre un tema que es de particular interés para todos ustedes. Este tema se llama «Los guardianes del umbral».
No he hablado mucho sobre este tema antes, pero en cambio he anunciado su publicación en Livets Bog (El «Libro de la Vida»), lo cual también se hará.
Entonces, ¿qué es este «umbral» y quienes son los «guardianes»?
Les he enseñado en mi trabajo que el hombre terrestre está en una fase de desarrollo en la que se encuentra como un «refugiado herido entre dos reinos». Todos ustedes, cada individuo es un ser que ha evolucionado desde los estadios animales primitivos hasta su estadio de humano terrestre actual. Este estadio es en particular el escenario de la culminación de todo sufrimiento y dolor, que a su vez se debe a que ustedes han desarrollado para poder colaborar en la creación de su vida diaria. Han adquirido la capacidad de caminar, pueden sentarse y ponerse de pie, pueden hablar, etc., todo a su propia discreción, deseo y voluntad. Lo fundamental de esta liberación de voluntad es el deseo de lo que sea agradable. Pero no todo lo que parece o se siente agradable es lo correcto y, por lo tanto, resulte lo más saludable y más en contacto con el plan mundial. Algunas sustancias toxicas, por ejemplo, pueden ser aparentemente dulces y sabrosas, pero sin embargo son absolutamente mortales. Muchas manifestaciones parecen correctas, altamente morales y justas, y hasta amorosas, pero, sin embargo, son absolutamente fatídicas creando dolor y desgracia, destrucción y mutilación mental y física.
Mientras lo agradable o resuntamente agradable sea, aparentemente, la única motivación para la determinación de la voluntad, los hombres promoverán incesantemente sufrimientos o el destino infeliz que más o menos hoy afecta a todos los hombres terrestres.
Por lo tanto, el argumento del hombre para la liberación de su voluntad no es perfecta. La capacidad de percibir las cosas como agradables, como presuntamente morales y correctas, no es suficiente para que sea la base para el desencadenamiento de su voluntad y que ésta pueda convertirse en garantía de una creación directa del destino absolutamente feliz. Se necesita bastante más. Se necesita la capacidad de analizar las diversas formas de placer bajo las cuales la satisfacción de los deseos pueda aflorar. Pero como esta capacidad se basa únicamente en «conocimiento», es precisamente este «conocimiento» que se debe introducir detrás de la expresión de la voluntad humana antes de que ésta pueda convertirse en una manifestación al cien por cien lógica y, por lo tanto, sea una garantía correspondiente para la creación de la felicidad más alta para su origen.
Pero cuando el hombre carece de este conocimiento y por lo tanto sólo puede ajustarse a lo que le resulte agradable, actúa todavía en parte a ciegas, y se mueve, por así decirlo, en un montón de trampas, ya que muchas de las cosas que aparecen agradables son, de hecho, como se mencionó anteriormente, causas de accidentes. Por lo tanto, es un mundo muy difícil en el que vivir. Muchas personas lo pasan mal, se encuentran en grandes sufrimientos y luchas, lo que a su vez puede llevar consigo nuevas luchas y sufrimientos en sus rastros. La tierra es precisamente un globo donde este tipo de experiencias puede tener una culminación especial.
Sin embargo, los resultados de las erróneas disposiciones, el uso inadecuado de la voluntad, los muchos sufrimientos y preocupaciones terribles crean cada vez más experiencia para la necesidad de un conocimiento verdaderamente racional y, por lo tanto, desarrollan la receptividad para el «Espíritu Santo».
Dicho «Espíritu Santo» es nada menos que el conocimiento más elevado del universo, de la vida y sus leyes. Los muchos sufrimientos desarrollan la vida emocional de las personas, lo cual quiere decir, les dan la capacidad cada vez mayor de arrepentirse de esta o tal acción, esta o tal manifestación hacia su prójimo. Se está descubriendo cada vez más que lo agradable no es una pauta o medida sólida para el desencadenamiento de su voluntad. Esto se está convirtiendo cada vez más en una cuestión acerca de lo que uno tiene corazón para hacer. Así, surgen simpatías y antipatías detrás de la manifestación de la voluntad. Pero dado que estos factores de emoción también pueden ser muy engañosos, ya que no todas las formas de simpatía son amor, el individuo, en un determinado estadio de su desarrollo, se confunde por completo con lo que resulta mejor «desear». La gran pregunta, «¿Qué debo hacer para ser bendito?» resplandece en toda su alma.
Así, los graves sufrimientos han llevado al individuo a descubrir y reconocer su propia gran incapacidad para controlar y dirigir su propio ser, su propia naturaleza y facultades internas. Y con este reconocimiento, que es la base de lo que llamamos «humildad», la redención del mundo o el principio de Cristo viene a su ayuda. Dicho principio es el que lo recorre todo, que está presente en todas partes en la naturaleza. Es este principio el que condiciona que todo niño nacido en el mundo tenga padres cuyo deber es cuidarlo con amor hasta que él mismo tenga edad de discernimiento. Y es el mismo principio que es la base para la creación de todo tipo de religión, para la creación de toda forma de superación, elevación y expansión de la moralidad y pensamiento elevado, y que se manifiesta aquí a través de los hermanos mayores en desarrollo, quienes así llegan a aparecer como «profetas» y «sabios», de los cuales los aún más desarrollados y líderes son los llamados «seres Cristo» o «redentores del mundo». Y así es hoy en día. La promesa de Cristo «del portavoz», «El Espíritu Santo», «que el Padre enviará en mi nombre», etc., ya se está cumpliendo. «El Espíritu Santo» resplandece hoy con renovada fuerza sobre el mundo. Dicho espíritu no es una persona, sino una brillante materia cósmica, es lo único que puede ser material para la creación de los pensamientos en el cerebro y la conciencia que son el conocimiento más elevado sobre Dios, sobre la naturaleza del universo y las leyes más elevadas de la vida. Esta materia brilla hoy en forma de una onda de energía cósmica desde el centro de nuestro sistema de Vía Láctea directamente sobre los países escandinavos. Y es esta que, por ejemplo, condiciona que yo pueda manifestar el conocimiento cósmico más elevado. Mi conciencia ha alcanzado un estadio en el que se ha desarrollado para poder recibir, experimentar y re-manifestar «El Espíritu Santo». Y los seres que hoy están desarrollados para tener interés en esta, la más alta iluminación, constituyen en su conjunto «las generaciones venideras», a las que Cristo ha anunciado que serán enviadas el antedicho «Portavoz», ya que estas «generaciones venideras» lo van a poder comprender.
Que es precisamente el «Espíritu Santo» el que se manifiesta o revela a través de mí, ustedes lo pueden comprobar por ustedes mismos. El mismo Cristo ha marcado la característica y ha dicho, «hay que conocer el árbol por sus frutos». Mis «frutos» son mi explicación y documentación de la identidad de las expresiones de los supremos «sabios» con la verdad, como ciencia. Y uno no encontrará en mis manifestaciones nada que no encaje en todos los sentidos con el gran resultado culminante del amor o en la propia visión de la vida de la Deidad: «Todo es muy bueno». Y así mi trabajo no puede evitar conducirlos hacia el supremo estado mental que he expresado como «El Gran Nacimiento». También se ha convertido en un hecho que muchos de ustedes han comenzado a experimentar la cercanía del Espíritu Divino a través de mi trabajo, mis análisis y mi conocimiento cósmico.
Por lo tanto, todos ustedes supuestamente proceden de una zona muy oscura y añoran esta gran luz, que experimentan que va ascendiendo por encima del horizonte trágico y oscuro del «Reino Animal». Y si tienen algunos campos en su mentalidad que están particularmente desarrollados o terminados, entonces ya empiezan a experimentar el bienestar mental y la perspectiva brillante de la vida, que es el comienzo de «El Gran Nacimiento», por lo cual he llamado este tipo de experiencia «el estadio precursor» para dicho «Nacimiento».
Por lo tanto, se encuentran todos cerca de la entrada a un reino de luz grande y glorioso, el reino que Cristo expresó como «fuera de este mundo». Y todos los que estudian mi obra con amor, es decir, con imparcialidad y humildad, no han podido evitar sentir su atmósfera divina. Y aquí estamos en el gran «umbral». Este «umbral» constituye, así, la entrada al «reino de Dios», es decir, la perfección del hombre a la «imagen de Dios, a su semejanza», la transformación completa del «animal» en «hombre», la experiencia del hombre de estar «unido al Padre», la consagración de su conciencia o su inclusión en una existencia permanente con el «Espíritu Santo».
Este «umbral» tiene, pues, sus «guardianes». La ​​expresión es algo drástica, pero de hecho es sólo simbólica. No hay que pensar que frente al «reino de Dios» hay guardianes con armaduras militares con espadas y bayonetas, con armas de fuego y explosivos. Tampoco hay que creer que estos «guardianes» son seres psíquicos asombrosos con grandes habilidades mágicas, seres demoniacos o medio diablos, misteriosos gnomos con miradas maléficas y palabras hechizantes. No, el «reino de Dios» está protegido inquebrantablemente por un tipo de «guardianes» completamente diferentes. Pero estos no son menos peligrosos que los primeros, especialmente porque para aquellos a quienes deben evitar que crucen el «umbral», se manifiestan como las figuras angelicales más gloriosas, dotadas de la gracia más encantadora y perfecta imaginable. Pero esta gloria también es solo aparente. Estos «guardianes» no son ni más ni menos que las propias naturalezas o tendencias inacabadas de los seres.
Cuando los seres en su evolución se acercan a la «entrada» del «Reino de Dios» o «El Gran Nacimiento», han superado, por supuesto, todas las formas graves de violación de la ley del amor o la caridad, las formas que se manifiestan particularmente en matanzas directas u otras formas de manifestaciones mortales. Por supuesto, los mismos seres han aprendido a gran escala a tolerar y perdonar mucho de lo que antes no podían perdonar en absoluto. Y pueden tener algunas disposiciones de simpatía que ya son tan perfectas que han podido dejar que su origen se conecte directamente con la luz misma o con el Espíritu divino. Por lo tanto, han llegado a una gran exaltación de alegría o éxtasis, pensando que ya están sintiendo todo el «Gran Nacimiento» como una experiencia propia. Pero es un hecho que estos seres no pueden seguir estando en la luz. Las naturalezas o tendencias en su mentalidad que no están acabadas, tarde o temprano se convertirán en un obstáculo fundamental. Estas naturalezas casi siempre se manifiestan como deseos insatisfechos, demandas o exigencias de alguna naturaleza egoísta. Las mismas naturalezas inacabadas están, por supuesto, oscurecidas o camufladas, de modo que su origen de hecho no ve ni comprende su verdadero ser en absoluto, sino que piensa que beneficia o fortalece la causa o la luz al dejarlos expresarse.
Si un ser, por ejemplo, en su entusiasmo o embriaguez de alegría en mayor o menor grado ha proporcionado a la luz o a la persona a través de la cual se manifiesta la luz, apoyo financiero, trabajo físico u otras expresiones especiales de simpatía, entonces las naturalezas inacabadas, a diferencia de las acabadas, crearán demandas similares o demandas de favoritismo o consideración especial a favor de su persona. El entusiasmo por la luz puede, por supuesto, ser tan fuerte que puede mantener alejadas estas demandas o exigencias por un tiempo. Pero a medida que la conexión con la luz a través de las pocas tendencias terminadas o desarrolladas se vuelve más habitual, ésta no puede mantener bajo control los deseos inacabados. Y, por lo tanto, surge en la mentalidad de los seres en cuestión una insatisfacción correspondientemente creciente, que al final se vuelve mayor que la alegría por la luz. Las naturalezas inacabadas, que todas inevitablemente son de naturaleza egoísta, crean un sentimiento de que uno ha sido descuidado, ignorado y no apreciado por los representantes de la luz misma. Se siente tratado injustamente por aquellos a quienes uno ha ayudado o apoyado. Este sentimiento puede incluso volverse tan fuerte que uno se siente justificado para ir en contra de este «martirio», buscando combatirlo. Y sin saberlo realmente, uno está persiguiendo y luchando contra la misma luz que antes uno amó sobre todo lo demás.
Pero esta lucha es desesperada y no toca a la luz, sino a sus «guardianes», lo que significa las naturalezas inacabadas de uno mismo. Por lo tanto, nunca podrá surgir una situación sin que sea en realidad uno mismo con quien se está luchando.
Pero así no se siente en absoluto. La capacidad de sentir la propia culpa es todavía muy débil y tenue. Y en tal período, en que las mencionadas naturalezas inacabadas tienen el poder, uno ve, por lo tanto, en un grado especial «la astilla que tiene tu hermano en el ojo y no le das importancia a la viga que tienes en el tuyo»
Los «guardianes del umbral» son, en particular, esto de no ser capaz de ver esta «viga en el propio ojo». Y en la misma medida que uno no puede verla, sino que sólo puede verla en los demás, incluso, hasta el más mínimo defecto en el prójimo, es un hecho que esto dará la sensación de ser muy superior a ese prójimo en desarrollo, sí, incluso a veces tener la sensación de ser completamente impecable. En un grado similar, esto sólo puede, por supuesto, resultar en que uno sienta las posibles incomodidades de la propia vida como un «martirio» y este «martirio» se origina de sus perseguidores. Estos «perseguidores» no siempre son seres fuera de la luz. Por supuesto, también pueden ser seres dentro de ésta. Sí, incluso uno puede estar convencido de que el mayor representante de la luz misma, el «Redentor del Mundo», dispone incorrectamente. ¿No tenemos el relato de Judas? – No piensen que era un «delincuente», tal como se busca hacerle aparentar en los relatos transmitidos. No piensen que fueron las treinta piezas de plata las que hicieron que Judas traicionara a Jesús. No, los discípulos de Jesús no eran una banda de «malhechores». Eran un grupo de seres que había avanzado tanto en su evolución que había en ellos naturalezas que los hacían receptivos y entusiastas a la luz y los hacían estar en la luz, que vinieron a vivir al lado del redentor del mundo, que se volvieron sus amigos personales. ¿Y no se cree que estos seres estaban sumamente felices con esta amistad? ¿Pero no aparecieron aquí también las naturalezas inacabadas y se hicieron valer, los apartaron de la luz por un tiempo? – ¿No se vio la peculiaridad de que en realidad no creían en el propio relato de Jesús sobre su inminente sufrimiento y muerte? ¿No vemos en el mismo relato al apóstol Pedro negándose a admitir su conocimiento y relación cercana con Jesús, mintiendo repetidamente? – ¿Y no se alejó la luz de él? – ¿No está escrito que «se fue y lloró amargamente»?
En cuanto a Judas, uno no debe creer otra cosa que él actuó sobre la base de las mejores y más nobles intenciones suyas. De lo contrario, habría sido lo que expresamos con el término «delincuente». Pero dado que los asociados y amigos elegidos personalmente por Jesús no pueden considerarse «malhechores», parece que Judas debe haber tenido un noble motivo auto percibido para su infeliz acción. Y esto se convierte en un hecho más a través de su suicidio. ¿No es de suponer que éste se haya basado precisamente en el remordimiento y la desesperación por la realidad que se le reveló cuando facilitó la captura de Jesús? ¿No es de suponer que fue el dolor por el maltrato que sus disposiciones provocaron sobre su amado maestro? – ¿Qué otra cosa puede ser?
Pero ¿no había comprendido de antemano que su acción traería inevitablemente este terrible maltrato sobre el redentor del mundo? ¡Absolutamente no! De verdad no había entendido eso. «Los guardianes del umbral», sus propias naturalezas inacabadas, que en este caso significan su fuerte deseo de mostrar al mundo, de mostrar a su familia escéptica y a sus antiguos amigos la grandeza de su maestro, lo habían engañado hace tiempo creyendo que «El Hijo de Dios» era todopoderoso y, por lo tanto, físicamente intocable. Y que todos los que le querían meter mano terminarían paralizados, y que la grandeza y el descenso divino del redentor del mundo, por su acción (la de Judas), serían revelados y obvios para todo el pueblo.
Pero la grandeza divina no se revela mediante un tenaz ejercicio de poder mental o físico. Los medios de actuar del redentor del mundo no son la muerte y la destrucción de los adversarios y escépticos por terremotos, relámpagos y truenos, ni tampoco por espadas ni lanzas, arcos y flechas. Sino más bien solo actúa «poniendo la mejilla derecha cuando le pegan en la izquierda».
Pero tal actuación es demasiado lenta para los fuertemente «creyentes» y los seres interesados ​​del tipo cuyas naturalezas inacabadas todavía los convierten en fanáticos sensacionalistas y atolondrados ambiciosos. Pero para unir la satisfacción de tales anhelos y deseos con la conciencia desarrollada, deben estar justificados. Y Judas encontró la justificación en la presunta invulnerabilidad física de Jesús. De verdad, este razonamiento se volvió tan fuerte en su conciencia que ahogó por completo la propia interpretación y declaración permanente del maestro de que su reino «no era de este mundo». Y Judas fue cegado por su «propio camino». Con la creencia de entrar, salió del «reino de Dios». Creyendo ser el ayudante del redentor del mundo y por lo tanto el benefactor de la humanidad, se convirtió en el perseguidor de su maestro y en la expresión simbólica para la humanidad de la traición a través de todos los tiempos.
Y aquí estamos en la razón de su suicidio. Como hombre bueno y desarrollado que era, lo cual lo había convertido en discípulo del redentor del mundo, no podía soportar ver las consecuencias reales de su acción, su realidad desnuda y verdadera, no podía soportar ver la terrible tortura y maltrato de su amado maestro. Y como no pudo hacer nada para aliviarlo del sufrimiento, de hecho, ni siquiera pudo llegar a mostrar su remordimiento llorando junto a él, debido a la guardia fuerte y brutal que lo rodeaba, sintió que solo podía expiar su acción con su propia vida. (Véase también mi artículo «Pascua» en el librito no. 2).
Aquí tenemos la mejor imagen de la misión que tiene lugar bajo el concepto de los «guardianes del umbral». Hemos visto a Judas entrar a la luz, convertirse en discípulo del redentor del mundo. Y hemos visto cómo sus naturalezas inacabadas, su sensacionalismo y la impaciencia resultante con el crecimiento, en su opinión, demasiado lenta de la actuación de Jesús, lo llevaron a hacer algo que pensó que podría beneficiarlo y promoverlo. Esta opinión era en realidad solo una justificación camuflada de la satisfacción de los deseos egoístas que aún tenía en su conciencia y que le impedían seguir plenamente al maestro, de hecho, ahogaban por completo las palabras de él.
Pero no crean ustedes que hoy es diferente. Todos los que tienen un interés genuino en la ciencia espiritual, que están interesados ​​en mi trabajo cerca de la luz, han comenzado a sentir el maravilloso bienestar que puede crear en el alma, y ​​de manera similar se han convertido más o menos en sus discípulos. Pero como no han alcanzado «El Gran Nacimiento», habrá naturalezas en ustedes que no están terminadas. Y estas naturalezas harán que todos ustedes, cada uno, más o menos, tarde o temprano aparezcan como un «Judas» e inconscientemente sean un traidor contra la luz que se ha convertido en la mayor felicidad de su vida. Por lo tanto, estén en guardia. Es posible que, sin saberlo, estén frente al mismo redentor del mundo. Y como él es absolutamente infalible con respecto a los hechos más elevados, las disposiciones que él hace a partir de su sabiduría son las únicas absolutamente correctas, inevitablemente se quedarán cortos en cualquier situación en la que expresan críticas y piensen que él debería actuar de manera diferente, debería hacer esto o aquello de la manera que ustedes crean que es correcto y que puede ser exactamente lo opuesto al punto de vista del redentor del mundo. Y recuerden además que su crítica en su presencia es doblemente peligrosa para ustedes, ya que esta cercanía provoca una mayor movilización de todo en su conciencia que pueda servir para camuflar el razonamiento de su crítica con el aspecto más noble o angelical, de modo que ésta, en los colores más dorados y radiantes, les deja convencer de que tienen razón, de que le han tratado injustamente, de que ustedes son mártires, que están perseguidos si el redentor del mundo no les sigue.
Pero un redentor del mundo no se compromete con los malos y egoístas deseos de los hombres, por mucho que uno lo haya apoyado, por mucho que parezca haberse sacrificado por él, su causa o la luz. Para él, todos los estadios humanos de conciencia están revelados y cada error humano es fácilmente discernible de manera rutinaria. Por lo tanto, él solo puede seguir su propio camino independientemente de los elogios y la desaprobación, independientemente de la perspectiva de vientos en popa o en contra, independientemente de la perspectiva de así perder amigos o hacer enemigos. Sólo de esta manera podrá ser permanentemente «uno con el camino, la verdad y la vida». De lo contrario, sería uno con los seres perdidos, los cegados e inacabados, a cuyo poder e influencia se inclinó.
Con eso no me he referido a nadie ni a nada dentro de la Causa, sino que sólo deseaba presentarles los principios que son característicos de la zona de desarrollo en la que se encuentran y que, por lo tanto, todos ustedes más o menos pueden ser víctimas aquí en la presencia de la luz, o cuando empiecen a ser eclipsados por el «Espíritu Santo».
Y si ahora me preguntan cuándo pueden estar seguros de no ser un «Judas», entonces tendría que responder: «Cuando se hayan sumergido tanto en la luz divina que sientan que nadie pueda hacerles injusticias y nadie pueda sufrir injusticias y que usted mismo es la causa más profunda de cualquier malestar que pueda tocarle y, por lo tanto, nunca podrá sentirse como un mártir, nunca podrá sentirse tratado injustamente por él o ella, sin importar lo que esas personas puedan haberle hecho, y por lo tanto, tampoco nunca pueda enfadarse con nadie ni con nada, sino que viva constantemente en un gozo permanente en la experiencia de la más alta y última conclusión del plan mundial: Todo es muy bueno. Entonces no tiene que temer que sea un Judas, porque entonces no criticará a nadie. Entonces, como mucho, pueda apartarse amablemente de ese o aquello que no pueda estar en armonía con ustedes, porque entonces ustedes mismos se han convertido en «el camino, la verdad y la vida».
Título original: Tærskelens vogtere. (Martinus, 1937). Traducido del danés al castellano por Else Byskov, con el apoyo de David Pinzón Cadena, en noviembre de 2020. N.º de artículo: M2390

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