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M2273
Tiempo, espacio, eternidad e inmortalidad
Por Martinus

1. ¿Qué entendemos por «tiempo»?
Para el ser humano que está buscando la verdad absoluta sobre la vida o la solución al misterio de la vida misma, es de gran importancia familiarizarse también con el análisis del tiempo, el espacio y la eternidad, ya que a través del conocimiento de este análisis la inmortalidad del ser vivo se convertirá en un hecho teórico. Por lo tanto, examinaremos un poco este análisis.
¿Qué entendemos realmente por tiempo? El concepto de «tiempo» es el término técnico más elevado de la vida para «movimiento». El movimiento y el tiempo son, por ende, idénticos. Donde no hay movimiento, no existe el tiempo, y donde no hay tiempo, no existe el movimiento. Por lo tanto, el tiempo y el movimiento no se pueden separar, justamente porque constituyen la misma realidad. Como el movimiento es una función, y una función es algo que se crea, un movimiento es, pues, una realidad creada. Pero como cada realidad creada o cualquier cosa creada no puede existir sin constituir tiempo, el tiempo es, por tanto, también una realidad o fenómeno creado. Pero el tiempo no se puede percibir directamente con los sentidos físicos. Constituye, así, un aspecto de las cosas creadas visibles o movimientos que son invisibles; el tiempo es, por lo tanto, algo que uno no puede percibir directamente con los sentidos físicos. Por lo tanto, sólo se puede percibir indirectamente a través de esa parte de las cosas creadas o movimientos que es visible a los sentidos físicos. Con los sentidos físicos sólo podemos experimentar el tiempo a través de la existencia de las cosas creadas, desde su principio hasta su fin. Tales cosas están sujetas a tener un principio y un fin. Ninguna cosa creada es eterna. El tiempo está, por consiguiente, demarcado por dos puntos o puestos fronterizos, a saber, la aparición y el cese. Entre estos dos puestos fronterizos hay una distancia que no es, ni puede ser, física. Pero como no puede ser física, sólo puede ser psíquica o espiritual. Y esta realidad psíquica o espiritual, que no puede ser eliminada, se expresa como «tiempo».
2. El tiempo como una expresión del mundo espiritual
Llamamos a esta distancia entre la aparición de una cosa y su cese, su «esperanza de vida» o «edad». Esta edad o esperanza de vida constituye, así, un «espacio». Pero este espacio no es ningún espacio físico y, por lo tanto, sólo puede constituir un espacio psíquico o espiritual. Como todos nosotros, debido a nuestro cuerpo físico, tenemos una edad, esto significa que todos vivimos no sólo en un espacio físico, sino también en un espacio psíquico o espiritual. Puesto que ninguna realidad o cosa creada puede existir sin tener una edad, que es lo mismo que un «período de tiempo», no pueden existir realidades o cosas creadas en el mundo físico sin estar confinadas dentro de tal período de tiempo, lo que significa que no pueden existir sin estar confinadas dentro de un espacio espiritual.
Esto a su vez significa que todos los habitantes existentes del plano físico de la existencia no son sólo habitantes del mundo físico, sino que son, de una forma igualmente realista, habitantes del mundo espiritual. Por lo tanto, esto nos pone en contacto con el mundo espiritual, un mundo que es negado por muchas personas materialistas, pero que encontramos aquí como un hecho sólido inicial en forma de tiempo. Pero este mundo espiritual invisible, que aparece en forma de tiempo, está completamente lleno de «cosas creadas» que son accesibles a los sentidos. Estas cosas creadas en conjunto constituyen lo que conocemos como el plano físico de la existencia. Todos los detalles de este plano, que se extienden desde planetas, soles y galaxias hasta detalles mesocósmicos y microcósmicos, los organismos de seres vivos, etc., aparecen, pues, no sólo en el mundo físico, sino también en el mundo espiritual que se oculta bajo el concepto de «tiempo». Por lo tanto, el tiempo constituye nuestro primer encuentro realista con el mundo espiritual.
3. Lo que llamamos «espacio»
Entonces, ¿qué son todas estas muchas cosas creadas cuya existencia o esperanza de vida es idéntica al tiempo? Como todas estas realidades o cosas creadas constituyen una forma de espacio material, representan, por tanto, lo que en el habla cotidiana llamamos «espacio». Entonces, ¿qué entendemos en sentido absoluto por espacio? El espacio es idéntico a las cosas creadas. No hay nada creado que no constituya un espacio, así como no hay espacio que no constituya una cosa creada. Entonces, ¿qué es una cosa creada? Una cosa creada es una construcción lógica de materia, es decir, algo que está destinado a cumplir un propósito. Todos los fenómenos creados en la naturaleza, tales como el aire, el agua, los continentes, los mares, los soles, los planetas y las galaxias, aparte de las muchas cosas creadas que son necesarias para permitir que los seres vivos existan en el plano físico de la existencia, constituyen espacio.
4. El propósito o intención de las cosas creadas
Las cosas creadas no pueden haberse creado a sí mismas. Resultan ser nada más que construcciones de materia. Pero como la materia, en su análisis más profundo, no es otra cosa que movimiento combinado de diversas maneras, es imposible que sea la originadora de las cosas creadas o construidas de manera lógica. Las cosas lógicamente creadas revelan inteligencia. Pero un movimiento no puede ser el originador de la inteligencia. Las construcciones lógicas demuestran que las cosas creadas están destinadas a cumplir un propósito. Pero el mero hecho de que están destinadas a cumplir un propósito o un objetivo revela un deseo. Pero es absolutamente imposible que un movimiento sea el origen de un deseo. El propósito o intención de ciertas cosas creadas resulta ser la manifestación de maldiciones, ruina, muerte y destrucción, mientras que la intención de otras cosas creadas resulta ser el desencadenamiento de alegría y bendición. Esto, a su vez, significa que las cosas creadas pueden estar destinadas a desencadenar odio tanto como amor. Pero el odio y el amor son sentimientos, y es absolutamente imposible que un movimiento tenga sentimientos. No puede odiar ni amar. Lo que vemos aquí revela el hecho de que detrás de las cosas creadas, que en sí mismas son simples combinaciones de movimientos, existen deseos, sentimientos e inteligencia, en otras palabras, existe el deseo de crear odio o amor.
5. El punto fijo del universo
Pero los deseos, sentimientos e inteligencia u odio y amor sólo pueden existir como características de un ser vivo. Entonces, ¿quién o qué es este ser vivo? Es absolutamente imposible que sea materia porque la materia consiste de diversas combinaciones de movimientos. Y nadie ha visto nunca que un movimiento, una ráfaga de viento o el movimiento de un tren o un automóvil pueda desear, pueda tener inteligencia, pueda odiar o amar. Esto nos lleva inevitablemente a un creador invisible de estos deseos, del sentimiento e inteligencia, del odio y del amor que se manifiesta a través de la materia o de las cosas creadas. Hemos llegado a un «algo» que tiene conciencia y facultad de crear. Este «algo» es el creador de las cosas creadas. Como es el creador de las cosas creadas, es imposible que él mismo sea una cosa creada. Pero como no ha sido creado, no consiste en algo que se construye o ensambla. Pero como no está construido o ensamblado, tampoco puede ser destruido o descompuesto. Por tanto, no puede tener ni principio ni fin. Esto, por tanto, nos permite ver que es eterno, de hecho, que constituye la «eternidad» misma. Pero como la eternidad es «algo» que no es movimiento, no es materia, no ha sido creado y, por lo tanto, no tiene ni principio ni fin, sólo puede existir como el absoluto y único «punto fijo» existente del universo.
6. La eternidad es idéntica a un «algo» vivo
La eternidad es, por lo tanto, idéntica a un «algo» que constituye el contraste absoluto de todo lo que somos capaces de percibir u observar como el universo visible, que en sí mismo constituye sólo combinaciones de clases de movimientos que, a su vez, son lo mismo que las «cosas creadas». Por lo tanto, hemos llegado a realidades inalterables en el análisis del universo o la solución al misterio de la vida, a saber, el «punto fijo» y el «movimiento». El movimiento constituye procesos creadores. El resultado de éstos, a saber, las cosas creadas, se revelan a sí mismas como constituyendo un resultado de deseos, sentimientos e inteligencia. Dado que estos fenómenos sólo pueden existir como características de un ser vivo, este «algo» que expresamos como «eternidad» se hace evidente como un «ser vivo», sobre todo porque no hay absolutamente nada más allá de la materia, el movimiento y la creación en el universo.
7. El universo constituye un ser vivo
La eternidad es, por ende, algo más que simplemente un concepto que describe el infinito en el tiempo. Constituye un «punto fijo» que demuestra ser el origen de todo movimiento y, por tanto, de toda creación, así como el resultado de esta creación. La eternidad o el «punto fijo» en el universo demuestra ser un «algo divino» que tiene conciencia, por medio de la cual promueve, entre otras cosas, deseos, sentimientos e inteligencia a través de su facultad de crear y mediante la cual también puede experimentar los efectos de sus procesos de creación y manifestación. Esto nos permite, por lo tanto, ver que el universo cumple precisamente esas tres condiciones que son necesarias para que un «algo» aparezca como un «ser vivo». Este ser vivo constituye un «algo eterno» que experimenta y crea, que es lo mismo que el «yo» de este ser vivo. Como se mencionó anteriormente, este «algo» o «yo» tiene una facultad creadora. Esta facultad creadora es parcialmente idéntica a la parte eterna del yo, que constituye su supraconciencia, y parcialmente idéntica a su facultad creadora y sensorial, temporal, creada que constituye la subconciencia del ser. A esto pertenece, entre otras cosas, el cuerpo físico del ser. Este cuerpo, así como otros órganos de la subconciencia, pertenece a «lo creado», mientras que la percepción y la creación pertenecen a la facultad creadora. En mis análisis cósmicos en Livets Bog (El Libro de la Vida) he expresado el análisis básico del universo como un principio trino que puede describirse más precisamente como «X1», «X2» y «X3», que constituyen respectivamente el «yo», la «facultad creadora» y «lo creado». La indivisibilidad de estos tres principios y la forma en que se complementan mutuamente constituye el «ser vivo». Si miramos el análisis del universo: eternidad, tiempo y espacio, tenemos exactamente el mismo análisis. La «eternidad» es el «yo» del universo o «X1». Como el tiempo ha demostrado ser un aspecto psíquico o espiritual de cada cosa creada existente, y este aspecto espiritual es «movimiento», y movimiento, a su vez, desencadena transformación, que, a su vez, es lo mismo que «creación», la facultad de tiempo es, por lo tanto, un factor contribuyente en la facultad creadora del ser vivo. La contribución hecha por esta facultad de tiempo en el proceso de creación da lugar al hecho de que ninguna creación puede tener lugar sin que también sea una creación de «tiempo». Toda creación de «tiempo» se produce, como cualquier otra creación, por medio del principio «X2». De esta manera, el «tiempo» es, pues, un producto de la creación y pertenece al principio «X3». Por lo tanto, hemos alcanzado, mediante nuestra observación de la eternidad, el tiempo y el espacio, el gran análisis básico del universo: el principio trino, que es lo mismo que «un ser vivo».
8. Los seres vivos y la Divinidad
Hemos llegado ahora tan lejos en nuestra observación del universo que hemos visto que constituye un ser vivo eternamente existente. Entonces, ¿qué pasa con nosotros mismos como seres vivos? Pues bien, ahora que hemos visto lo que constituye el análisis básico del universo, no debería ser difícil descubrir nuestra propia situación en este universo. Vimos que el universo consiste en tres realidades eternas que hicieron que apareciera como un ser vivo. Tenía un «algo vivo» que estaba por encima de todos los fenómenos creados y era inaccesible a la percepción directa. Como este «algo» no ha sido creado, sólo podía tener un sólo análisis, a saber, que es «algo que es», y que más allá de esta descripción en sí mismo no tiene nombre. Esta es la razón por la que lo hemos expresado como «X1». Vimos que este «algo» tenía una facultad creadora que igualmente no tenía nombre, porque no ha sido creada tampoco y, por lo tanto, era eterna. Por esta razón la hemos expresado como «X2». Después de eso vienen los resultados eternamente cambiantes de las creaciones que el yo manifiesta a través de su facultad creadora. Este principio con los resultados cambiantes de la facultad creadora igualmente no tiene, por supuesto, nombre, ya que no tiene ni principio ni fin, pero constituye, por el contrario, una realidad eterna. Por lo tanto, como ya se ha mencionado, hemos llamado a este principio «X3». Pero como el universo consiste también en seres vivos en el microcosmos y el macrocosmos, así como en el mesocosmos, estos seres vivos inevitablemente deben ser lo que hace que el universo sea un ser vivo. Todo ser vivo en la existencia constituye individualmente el mismo principio trino, a saber, un yo, una facultad creadora y los resultados eternamente cambiantes de esta facultad creadora, que constituyen respectivamente «X1», «X2» y «X3». Todos los seres vivos existentes constituyen, en conjunto, una unidad inseparable. Llamamos a esta unidad el «universo». A su vez, el universo constituye, como ya hemos mencionado, un organismo que trabaja eternamente y que todo lo abarca. El yo o «X1» en este organismo se compone del conjunto de todos los yo o «X1» de todos los seres vivos existentes. De la misma manera, la facultad creadora de este gigantesco yo, que está formado por el conjunto de todos los yo, comprende el conjunto de las facultades creadoras o «X2» de todos los seres vivos. Y de la misma manera, el resultado del conjunto de las facultades creadoras o «X3» de los seres vivos constituye el «X3» de este gigantesco ser, que es lo mismo que el universo que podemos percibir con nuestros sentidos. Que el conjunto de las tres «X» de todos los seres vivos existentes pueda formar el «algo que es» de este ser gigantesco, es decir, la Divinidad, o sus tres «X», se debe al mismo hecho de que todos los seres existentes son una unidad orgánicamente cooperante. Esta unidad cooperante en la forma del universo es la revelación física y psíquica de la Divinidad misma como el Padre eterno y origen de todos los seres vivos existentes. Todos los seres vivos existentes existen, así, como las herramientas sensoriales y creadoras de la Divinidad. Sin estas herramientas sensoriales no habría Divinidad en absoluto, y sin una Divinidad no habría herramientas sensoriales y, por consiguiente, ningún ser vivo tampoco. La Divinidad y los seres vivos son, pues, una unidad inseparable.
9. Inmortalidad
Dado que el conjunto de todos los yo de los seres vivos existentes constituyen el yo de Dios, es imposible que los seres vivos mueran, cesen o fallezcan. No pueden haber tenido ningún principio y jamás podrán llegar a su fin. La mortalidad a la que están sujetos los organismos físicos de los seres es simplemente algo que ocurre o sucede con la materia. No afecta al yo o a la supraconciencia del ser. La muerte es simplemente una liberación del ser de un organismo defectuoso, o hasta cierto punto inutilizable. El ser puede, por lo tanto, cambiar de cuerpos u órganos debido al hecho mismo de que tiene un yo eterno y una supraconciencia igualmente eterna. Este reemplazo de cuerpos u organismos físicos, lo expresamos como «reencarnación» o «renacimiento». Nuestro yo no sólo es, así pues, inmortal, sino que tiene la capacidad de reemplazar órganos y cuerpos cuando se hacen viejos y están desgastados. Después de eso, puede, por medio de ciertos fenómenos, encarnarse en cuerpos u órganos sanos y nuevos y, de esa manera, acceder a la experiencia eterna de la vida. El análisis cósmico del tiempo, el espacio y la eternidad es, por ende, una revelación de nuestra inmortalidad o nuestra existencia eterna como seres vivos en la absoluta y única Divinidad en la que todos vivimos, nos movemos y somos.
Título original danés: Tiden, rummet, evigheden og udødeligheden. Título inglés: Time, Space, Eternity and Immortality Publicado por primera vez en la edición danesa de Årskrift (Anuario) 1962. Traducido del inglés por Phillip Schulz, 2017. ID de artículo: M2273

© Martinus Institut 1981, www.martinus.dk

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