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Lista de artículos

M2174
Enfermedad y curación
por Martinus

1. Enfermedad causada por la transgresión de la ley de la vida
Uno de los fenómenos más conocidos en el mundo es el que se esconde bajo el concepto «enfermedad», y, sin embargo, sólo es conocido en el estadio de su despliegue en que causa molestias y dolor en el organismo físico. Pero, una enfermedad puede muy bien tener estadios en los que el individuo no la nota ni la percibe como enfermedad. Son estos estadios que son muy peligrosos para el ser en cuestión, ya que el ser no se siente de manera especial incitado a luchar contra esta enfermedad que, poco a poco, sin prisa puede evolucionar hacia un florecimiento y dar frutos maduros, es decir, hacia el estadio en el que se experimenta como dolor y sufrimiento para, finalmente, socavar el organismo físico, lo cual significa la muerte no natural del ser. Que haya enfermedades nos muestra que la experimentación normal de la vida, o sea, un bienestar total al cien por cien sólo puede existir como el cumplimiento de una ley particular. Cualquier transgresión, por pequeña que sea, debilitará finalmente de alguna manera y de modo correspondiente la experimentación de la vida. Como la mayor parte de hombres mueren de enfermedad, no de vejez, es un hecho que la ley que rige la experimentación de la vida es, de manera correspondiente, transgredida.
2. Los hospitales todavía deben ampliarse
Se han puesto grandes fuerzas en marcha para luchar contra las enfermedades. Gracias a la ciencia, se han construido hospitales inmensos con gran cantidad de enormes complejos de edificios, de manera que casi forman ciudades enteras dentro de ciudades. Miles de médicos y enfermeras son formados alrededor de todo el mundo y hacen un trabajo colosal y admirable para remediar este mal, el más grande de la humanidad. Pero, no obstante, los hospitales todavía tienen que ampliarse, al mismo tiempo que, frecuentemente, la espera es larga para quienes tienen que ser hospitalizados y no están, directamente, muy graves o en peligro de muerte. ¿Por qué no desaparecen, entonces, las enfermedades? ¿Por qué no disminuye la necesidad de construir hospitales? ¿Por qué no se generaliza cada vez más que la gente irradie una salud y un bienestar excelentes? Si se quiere tener una respuesta correcta, se tiene, naturalmente, que comprender qué es, en realidad, la enfermedad.
3. Los dos estadios de la enfermedad
La enfermedad existe en un campo mucho más grande que el campo donde existe el dolor y las molestias relacionadas con la enfermedad. Pero, como en este campo tan grande no hay, precisamente, dolor, la enfermedad no siempre se descubre aquí y, aunque sea descubierta, generalmente no es, sin embargo, combatida, precisamente porque aquí no hay dolor. Se continúa transgrediendo tranquilamente la ley de la vida y se lleva, así, la enfermedad al estadio de dolor y molestias o al estadio en que por primera vez se reconoce como «enfermedad». Pero, en este estadio, la enfermedad ya domina la facultad natural de resistencia del propio organismo, y el ser en cuestión debe, entonces, recurrir a medios y fuerzas artificiales para luchar contra la enfermedad. Pero estos medios no son naturales y, frecuentemente, pueden por sí mismos causar enfermedades en otras zonas. Y, frecuentemente, es demasiado tarde. La enfermedad ya está tan arraigada que ya no puede ser combatida, el organismo perece, y el ser muere. Pero, no obstante, sólo es en este estadio que se empieza a combatir la enfermedad, de la misma manera que también es aquí que los médicos buscan la causa de la enfermedad. Pero, la verdadera causa de la enfermedad no se encuentra, precisamente, aquí. Se encuentra en el estadio anterior, a saber, en el estadio sin dolor. Una enfermedad tiene, por lo tanto, dos estadios principales. Primero tiene un estadio que podemos llamar «estadio de la causa». Desde este estadio evoluciona hasta «el estadio del efecto», es decir, el estadio del dolor y las molestias. El estadio de la causa no se encuentra en la zona física, sólo existe en la zona psíquica o mental del individuo. Todas las enfermedades tienen aquí su inicial o primer nacimiento, de la misma manera que todas las formas de bienestar absoluto también tienen aquí su fuente más profunda.
4. Voluntad dirigida por el deseo y deseo dirigido por la voluntad
Todo el organismo, sus muchos órganos, células y moléculas se mantienen unidos por medio de algo psíquico. Esto psíquico es la zona consciente y no consciente del individuo, que constituye su mentalidad. En esta mentalidad existe el yo del ser que hace experiencias y crea. Este yo tiene una voluntad. Pero el ser puede estar en una situación en la que esta voluntad es dirigida casi exclusivamente por un deseo incontrolado. El ser cae en todo tipo de sufrimiento. Esto, a su vez, hace que poco a poco el ser se convierta en intelectual y así llegue a una situación en la que es la voluntad la que controla los deseos, y el ser crece en dirección a la perfección, crece para llegar a convertirse en «el hombre a imagen y semejanza de Dios». Y aquí estamos en la zona del interior mental de un ser donde se determina todo su destino. Estas dos actitudes de la voluntad determinan la vida cotidiana del ser, y con ello su relación con los demás seres y la materia.
En la voluntad dirigida por el deseo, son los instintos animales, o el instinto de conservación animal, que están reforzados por el sentimiento, los que dominan el modo de pensar y ser del ser. Éste es en muy alto grado egoísta y cuenta con que cada cual piensa en sí mismo. En su relación con la materia actúa de una manera igual de extrema contra la ley de la experimentación de la vida. Llena su organismo con productos perniciosos, productos que no son en absoluto alimento, sino puro, y a la larga, veneno mortífero. En otras palabras, con la voluntad dirigida por el deseo el ser actúa a ciegas y se acostumbra a deseos artificiales y no naturales que así lo llevan, a su vez, a querer nuevas infracciones. No comprende que la satisfacción de estos deseos es perjudicial y mortífera, hasta que ha sufrido a través de varias vidas los efectos o enfermedades que se han desarrollado como consecuencia de ello.
5. La enfermedad es falta de amor
El mundo de pensamientos egoístas se convierte poco a poco en el puro veneno para el hombre, ya que para este ser la ley de la vida es la opuesta a la del animal, a saber, que cada cual tiene que ocuparse de su prójimo, lo cual, a su vez, es lo mismo que uno tiene que amar a su prójimo como a sí mismo. En la medida en que uno no lo hace, no cumple las condiciones que dan salud y bienestar a su prójimo. En esta misma medida tiene que estar en un entorno donde uno tampoco es amado por su prójimo como uno se ama a sí mismo. ¿Cómo tendría, si no, que ser? Entre hombres amorosos y altruistas produciría el efecto de un elefante en una cacharrería. Pero a esto no se puede, sin embargo, llegar. Estos seres están, precisamente, protegidos por su aura amorosa. De esta manera, se tiene que estar principalmente entre seres que, al igual que uno mismo, son egoístas y brutales y, con ello, uno echa en falta paz y bienestar. Se tiene que estar constantemente en guerra. Se tiene que luchar constantemente contra la antipatía y el enojo que se induce al entorno a tener contra uno mismo. Pero esto también es, claro está, una enfermedad que, finalmente, lleva a una existencia sin amigos. Una vida sin amigos da hastío de vivir que, a su vez, lleva a la oscuridad mental y, frecuentemente, al suicidio. El ser, por lo tanto, muere de no tener amor a su prójimo. No tener amor al prójimo es, pues, una causa grave de enfermedad.
6. Los pensamientos vibran en la sangre y en el organismo como fuerza vital
La ira y el odio son, claro está, deseo de venganza. Dejar que un deseo así dirija la voluntad de uno es lo más peligroso que se puede hacer. Es idéntico a crear una enfermedad mortal en uno mismo. Pero, los hombres, que, de esta manera, están llenos de pensamientos de deseos mortíferos y de amargura, enojo, etc., cosechan fuerza vital mala, ya que sus pensamientos vibran en su sangre y organismo como fuerza vital. Mala fuerza vital da sangre mala, y sangre mala es un mal alimento para los microindividuos o microvida del organismo. La microvida son nuestras células, moléculas, órganos y glándulas, etc. Tener órganos enfermos, u órganos que no funcionan como tienen que funcionar, significa, a su vez, que las funciones del organismo se reducen. El organismo está debilitado, enfermo y se encuentra en un estado miserable. Y en un organismo miserable así hay todas las condiciones posibles para que las microvidas puedan establecer conexiones erróneas que pueden producir un cortocircuito en su colaboración. No pueden cumplir su misión en el organismo. Y en él surgen entonces zonas correspondientemente anormales, que llegan a ser de una índole tan perjudicial que producen tumores, calcificaciones desmesuradas y creación de piedras. Surgen dolores y sufrimientos terribles. Y sólo aquí, en este estadio, se lucha contra el sufrimiento o el mal. Según lo que aquí he dicho, es muy fácil comprender que muy frecuentemente es demasiado tarde.
Aquí quizá se alegue que las enfermedades como la fractura de una pierna o la invalidez causada por influencias exteriores al trabajar con máquinas o cosas semejantes, no pueden tener su origen en la zona mental interior del ser. La respuesta tiene que ser de manera absoluta que, incluso, tales clases de destino tienen su origen más profundo en la mentalidad del ser con voluntad dirigida por el deseo. ¿Por qué se fractura la pierna? ¿Por qué sufre un ser una lesión trabajando con una máquina, etc.? ¿Por qué las otras cosas desagradables del exterior? ¿No creen que las circunstancias y el entorno en que vivimos en nuestra vida cotidiana corresponden a las relaciones y condiciones de vida y al entorno que damos a nuestros propios microseres en nuestro propio organismo para su vida? Todo nuestro destino es y será un resultado de las circunstancias que damos a nuestro entorno para vivir en nuestro organismo y las circunstancias que creamos para nuestro entorno o nuestro prójimo en el mundo exterior.
7. La lucha contra los deseos que producen enfermedades
Todo destino desdichado es una enfermedad y tiene su origen en nuestros propios deseos, que todo lo dominan y producen enfermedad y desdicha, y que han dirigido nuestra voluntad para que estos deseos fueran cumplidos. Este cumplimiento tuvo, finalmente, que desencadenarse en la desarmonía con la vida que llamamos enfermedad o un destino desdichado. Hay que buscar terminar con tales deseos hoy mismo, aunque todavía no tengamos ningún sufrimiento ni notables inconvenientes debido a ellos. En caso contrario, la enfermedad nos espera más tarde en la vida y, así mismo, en la próxima vida. La vida tiene tiempo de dejar que las cosas crezcan. El ser aprenderá, finalmente, lo que es sano y una manera normal de ser, y lo que no es natural y mortífero para él y sus semejantes.
El manuscrito termina con las siguientes palabras:
Hablar aquí de los deseos que hoy llevan la voluntad de los hombres a la ruina en todo el mundo. Tabaco y alcohol, consumición de carne, caza, pesca y orientación hacia la guerra, etc., etc.
El artículo es de un manuscrito, «Sygdom og helbredelse», no terminado que Martinus escribió como preparación de una conferencia en la sala de conferencias del Instituto el viernes 23 de noviembre de 1952. Corrección y títulos de Ole Therkelsen. Aprobado por el consejo 10.12.1996. Publicado por primera vez en el n.º 5 de 1997 de la edición danesa de Kosmos. Traducido del danés al castellano por Martha Font con la colaboración del equipo de lengua castellana. ID de artículo: M2174.

© Martinus Institut 1981, www.martinus.dk

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