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M2020
Justicia
por Martinus

1. Los hombres conocen muy poco o absolutamente nada sobre la verdadera justicia.
Cristo dijo una vez entre otras cosas: «Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados» En esta frase se muestra todo el destino de la humanidad. Todos los hombres normales tienen en realidad hambre y sed de justicia y, por lo tanto, tienen que encontrar esta justicia. Pero que todos los hombres tengan hambre y sed de justicia significa que todos sienten en mayor o menor grado que su vida y su destino son injustos. Opinan, como quien dice, que su vida tendría que ser distinta. Opinan que su entorno, es decir, sus semejantes, la naturaleza y la Providencia, no los tratan como se merecerían. Y sin embargo, esta misma redención del mundo les proclama que «todo es  muy bueno». Que todo es muy bueno, es decir, que todo es justo, es el gran resultado final de la experimentación de la vida. «La justicia» es lo que da más sentido a la vida, pero los hombres, como ya hemos dicho, están escandalosamente en desarmonía con este sentido de la vida. En realidad, conocen muy poco o casi nada sobre la verdadera justicia.
2. ¿Qué es la justicia?
¿Qué es entonces «la justicia»? La justicia sólo puede manifestarse por medio del hecho de que nadie puede hacer injusticia y nadie puede sufrir injusticia. Si los seres vivos pudieran verdaderamente ser objeto de un sufrimiento, del que estaban totalmente exentos de culpa y que no significaba de un modo u otro un bien para ellos, todo el universo estaría inmerso en el desorden. Entonces el resultado eterno que dice que «todo es muy bueno» sería imposible. Pero si todo es muy bueno, es decir, todo lo que sucede y todas las situaciones que a los hombres se les muestran como injusticia, todo lo que estos hombres se han acostumbrado a considerar como el mal, tal como odio y persecución, matanza y asesinato, tortura y mutilación, dolor y enfermedad, etc. también tiene que expresar justicia. Esto quiere decir a su vez que todo este cataclismo que los hombres están viviendo, toda la danza de muerte, que denominamos guerra mundial, con todas sus consecuencias de manifestaciones de muerte y sufrimiento, también tiene que ser una manifestación de una justicia divina. Pero cuando hay justicia, también hay amor. Es imposible que la justicia y el amor sean dos cosas. En su análisis más profundo, la justicia sólo puede ser el experimentar los efectos de todo aquello de lo que uno ha sido la causa con su vida, su manifestación o modo de ser. Cada ser vivo es, por consiguiente, la causa de su propio destino. Si no lo es, la justicia y el amor son algo imposible.
3. Cómo surge la situación que se considera como «injusticia»
Pero lo que ahora sucede en el mundo es que todo se considera una manifestación total de injusticia. Esta manera de ver las cosas se ha ido haciendo gradualmente más fuerte que otras maneras de ver las cosas que hay en la vida o existencia. Se ha vuelto más fuerte que la religión, y cada día que pasa recibe más partidarios alrededor del mundo. Cada día hay nuevos seres que abandonan la creencia en un Dios justo y, con ello, la creencia en una dirección del mundo sensata o justa. Pero cuando los hombres abandonan la creencia en una dirección del mundo sensata o justa, abandonan la confianza en una providencia, sólo pueden agarrarse a lo que pueden observar y percibir con sus sentidos puramente físicos. Y a través de esta muy limitada percepción todo se muestra como injusto y, por consiguiente, como falto de amor, dado que a través de esta percepción sola es imposible experimentar el punto de equilibrio o la causa cósmica de una situación. Lo que se le muestra a la percepción física como causa de la situación, puede ser sólo de naturaleza física. Pero una causa física no puede tener jamás lugar o existir sin ser los efectos de una causa espiritual o psíquica ya existente, que justifica totalmente la situación. Pero mientras uno, desde el punto de vista de la evolución, aún no haya adquirido la clarividencia intelectual o mental necesaria para poder ver la causa psíquica o espiritual de las situaciones de su destino, no puede justificarlas. Y entonces es de la opinión de que es objeto de injusticia y, con ello, de falta de amor. Y cree poder salir de este martirio imaginario creando armas homicidas y máquinas de destrucción. Cree en el poder en vez de en el derecho, que en su verdadera naturaleza es lo mismo que la justicia. Aquí, en el mundo, en muchas situaciones se trata del poder en vez del derecho. Pero incluso esta tradición es justicia en la dirección divina del mundo y, por consiguiente, expresión de amor.
4. Por qué no se puede obtener información sobre el creador, que existe de una manera absoluta tras lo creado, a través de la ciencia materialista
El mayor problema que hay en el mundo es alejar a los hombres de la terrible superstición de que alguien, en un sentido absoluto, puede sufrir injusticia. Mientras el ser crea que sufre injusticia perseguirá a aquel que cree que es el culpable de esta injusticia. Y mientras se imagine que la base que tiene para perseguir a alguien es justa, nunca podrá experimentar la paz verdadera o absoluta. 
¿Cómo se puede entonces comprender que los peores «delitos» o todo lo denominado «mal» pueden expresar justicia o amor? Para comprender esto son necesarios un conocimiento y una comprensión del misterio de la vida, que sobrepasan largamente el conocimiento que se puede adquirir por medio de la investigación y que le ha dado a la humanidad capacidad de usar las fuerzas de la naturaleza según su voluntad y a medida de sus deseos. La ciencia materialista sólo da información sobre materia, materia y más materia. Siempre estará atada a análisis de la materia. Los análisis de la materia sólo pueden dar, a su vez, resultados muertos. Los resultados muertos están precisamente «muertos» debido a que sólo expresan pesos y medidas, volumen, velocidades y longitudes de onda. Como la ciencia materialista sólo puede dar informaciones de pesos y medidas, y todo lo que aparece con pesos y medidas sólo puede ser cosas en el espacio y el tiempo, que, a su vez, es lo mismo que «cosas creadas», por medio de la ciencia materialista sólo se pueden, por consiguiente, obtener informaciones sobre «cosas creadas», pero no sobre «el creador» que innegablemente tiene que existir tras esta creación.
5. El yo, que  experimenta y crea eternamente, tras el organismo y el cuerpo
Como con análisis de la materia, de pesos y medidas, de gramos o kilos, de altura y anchura, etc. no se puede demostrar nada que no haya sido creado, con ninguna ciencia materialista se puede, por lo tanto, demostrar la existencia del creador ya mencionado, que es imposible que haya sido creado y forme parte de fenómenos del espacio y el tiempo. Si el creador u origen de la creación ha sido él mismo creado, antes de esta creación tendría que haber un tiempo en el que este creador no existía. ¿Quién tenía entonces que haber creado al creador?  Tendría que haber surgido de nada. Pero como algo no puede surgir de nada, del mismo modo que algo tampoco puede convertirse en nada, el creador tiene que haber existido eternamente. De este modo, se nos muestran dos cosas del misterio de la vida en sí, a saber, lo creado, que, a su vez constituye lo temporal, lo determinado por el espacio y el tiempo, lo que está supeditado a un principio y a un fin y, por consiguiente, tiene peso, medidas y edad, y algo que no ha sido creado y, por consiguiente, no puede tener edad, peso ni medidas. Algo que existía antes de la creación, y que, por lo tanto, no está supeditado a la creación, tiene, como un resultado de esto, que haber existido eternamente. Este algo eterno es lo que piensa, crea y experimenta en cada ser vivo. Por consiguiente, el ser vivo consta de este algo eterno, que piensa, crea y experimenta, que de una manera no consciente nos hemos acostumbrado a denominar nuestro «yo», y que además consta de su organismo, que constituye «lo creado», y, por lo tanto, está supeditado a un principio y a un fin y, de este modo, se manifiesta con edad.
6. Por qué el destino actual del ser es un resultado de las simpatías y antipatías que ha producido en su modo de ser en sus vidas anteriores
Cuando comprendemos que este algo, que se encuentra en el organismo y experimenta, existía antes de que este organismo se formase en el vientre de la madre y que seguirá existiendo después de que el organismo haya cesado de existir, es evidente que este algo eterno vive bajo dos formas de existencia, a saber, el estado temporal o el estado que experimenta a través del organismo físico, y el estado en el que vive fuera de este organismo. Como las experiencias se convierten en pensamientos, y los pensamientos son, por su parte, algo psíquico o espiritual, es decir, algo que pertenece a la existencia fuera de la esfera de experimentación puramente física, estos pensamientos o el conocimiento, que el ser ha adquirido en una vida física, no mueren juntamente con el organismo físico. El algo eterno o yo puede, por lo tanto, llevarse consigo las experiencias, que ha hecho en la vida, o el conocimiento, que ha adquirido, a la existencia psíquica o espiritual, que experimenta cuando el organismo físico está muerto. Como las experiencias convertidas en pensamientos o conciencia crean simpatías y antipatías hacia seres y cosas, las simpatías y antipatías del ser se transforman con cada serie de nuevas experiencias que hace. Así tenemos una explicación de por qué los seres vienen al mundo con simpatías y antipatías muy distintas. Como las simpatías y antipatías dan lugar a detalles en el destino, el destino del ser es, por consiguiente, un resultado de las simpatías y antipatías a que ha dado lugar su modo de ser y su relación con su entorno. Aquí se nos revela por qué el ser nace con este o aquel destino. Todos no hemos hecho las misma experiencias en vidas anteriores y, por lo tanto, no podemos tener el mismo conocimiento, las misma simpatías y antipatías en la vida actual. Tampoco hemos experimentado todos que los mismos deseos han sido satisfechos y entonces no podemos estar todos igual de saciados de este o aquel tipo de experiencias. Las simpatías y antipatías, los deseos y anhelos, la inteligencia y el carácter con que cada ser se manifiesta en su organismo físico y vida terrena dependerán del tipo de vivencias o experiencias de vidas anteriores. Así se comprende mejor que el ser es la primera causa, el señor u origen de su propio destino. Como el ser sobrevive a las vidas físicas, tiene la ocasión de experimentar los efectos de todas sus manifestaciones, de su actuación y modo de ser. La experiencia, la salud, la enseñanza y el conocimiento que adquiere en una vida le benefician como talentos en la próxima, y así sucesivamente.
7. Lo que demuestra que el ser vivo se encuentra en una cadena ininterrumpida de vidas terrenas
Que hay una serie ininterrumpida de vidas se muestra como un hecho por medio de la circunstancia de que todos los seres vivos aparecen con estados evolutivos sumamente distintos. No son solamente las razas las que se encuentran en estadios distintos, sino que los individuos concretos de las razas también se encuentran en diversos estadios con respecto a experiencias, conocimiento y talento. Vemos hombres tanto inteligentes como poco inteligentes, vemos que algunos son genios, otros son retardados. Todos los seres vivos juntos forman una colosal escala perfecta de estadios de conciencia, desde las formas vegetales, que sólo pueden percibir vagamente, y hasta los grandes genios de la humanidad, que pueden pensar los pensamientos de Dios y penetrar con clarividencia cósmica en el universo y en el misterio de los seres vivos. ¿Para qué esta escala, armoniosamente ascendente, de estadios evolutivos si no fueran los propios seres vivos los que, por medio de sus vivencias y experiencias, fuesen creciendo, estadio tras estadio, en ella? ¿Y cómo tendrían, de no ser así, que surgir los estadios? ¿Y para qué la curiosidad que a veces puede observarse en los animales, para qué la inmensa necesidad de investigar y evolucionar de los hombres, si no fuera para poco a poco, por medio de esta consiguiente adquisición de experiencias, conocimiento y saber, llegar a una culminación de conocimiento o conciencia cósmica? ¿Y para qué los terribles sufrimientos y terrores, que experimentan los seres, si no sucediera que por medio de ellos comprenden la verdadera causa de los sufrimientos y así adquieren la facultad de luchar contra ellos o ver lo que tienen que hacer y lo que no tienen que hacer en la vida cotidiana en compañía de todos los otros seres vivos?
8. Como por medio de la reencarnación hay justicia en todas las circunstancias de la vida
Cada ser que viene al mundo ya se encuentra así en algún lugar de la escala de evolución, según su capacidad mental y corporal. En el momento de su actual nacimiento físico, ya tiene tras si una cadena de vidas físicas experimentadas con anterioridad. Y vemos que posiblemente no alcanzará a estar terminado o a ser perfecto en su actual vida terrena. Es probable que no alcance el estadio o la etapa de genio en esta encarnación o existencia física. Por consiguiente, tiene que nacer de nuevo, al igual que han tenido que hacerlo todos los otros seres que están más avanzados que él en talento y modo de ser. Así hay justicia en todas las circunstancias de la vida. Los seres experimentan las reacciones y vicisitudes a las que ha dado lugar su modo de ser para con su entorno u otros seres. Este modo de ser es lo que, por lo tanto, determina el estadio o lugar del ser en la escala evolutiva. Las palabras eternas  «Lo que deseáis que otros hagan con vosotros, tenéis también que hacerlo con ellos»  se convierten aquí en realidad. El resultado final: «Como un hombre siembre, así cosechará»  se convierte así mismo en una realidad viva.
9. Por medio de la reencarnación el ser se abre camino por sí mismo y no con la crucifixión de ningún otro ser, se abre camino de animal a hombre, del primitivismo al intelectualismo
El verdadero conocimiento sobre la reencarnación o el renacimiento es, así pues, la llave para el conocimiento de la eterna justicia de la vida. Con la comprensión de la ciencia de la reencarnación todo se muestra como «muy bueno», así mismo las palabras a Nicodemo: «Sin nacer de nuevo no se puede ver el reino de Dios» se convierten aquí en una realidad viva. Por consiguiente, aquí se ve que por medio de este renacimiento o esta reencarnación se le da al ser vivo la posibilidad de abrirse él mismo camino del primitivismo al intelectualismo, de abrirse camino del animal al hombre, de abrirse camino de la oscuridad a la luz dirigiendo su propia voluntad y su propio pensamiento, con sus propias manifestaciones y sus propios actos. No es, así pues, por medio de la crucifixión, el sufrimiento y la muerte de ningún otro ser por nuestra manera oscura de actuar, sino exclusivamente experimentando los sufrimientos originados por nuestro propio modo de ser que alcanzamos la luz suprema. Sólo estos sufrimientos pueden originar la verdadera sabiduría en nuestro interior y convertirla en un hecho en nuestro modo de ser cotidiano. Y la misión absoluta de cada sufrimiento es exclusivamente alcanzar este objetivo.
10. De la forma en que la frase eterna «todo es muy bueno» se convierte en realidad, justicia y amor culminantes
El destino de cada ser es, por consiguiente, los efectos de su modo de ser con respecto a su entorno. Con su voluntad puede regular este destino de la oscuridad a la luz. Y el único oscurecimiento es su propio modo de dirigir erróneamente su modo de ser con respecto a su entorno. Como los efectos de esta dirección errónea sólo pueden, en realidad, afectar al propio ser, ninguna forma en absoluto de injusticia puede, por consiguiente, afectarlo. Que dirigir erróneamente el modo de ser crea oscurecimiento del destino sólo puede ser expresión del más alto amor, ya que este oscurecimiento es el único camino a la sabiduría, alta intelectualidad o conciencia cósmica. Y como, por medio de este orden cósmico del universo, el ser finalmente no puede evitar convertirse en «el hombre a imagen de Dios», la frase eterna «todo es muy bueno» se convierte aquí en realidad, justicia y amor culminantes.
Transcripción de una conferencia dada por Martinus en el Instituto Martinus el domingo 1 de abril de 1951. Publicado por primera vez en Kosmos 1951 (4), edición en danés. Título original danés: Retfærdighed. Traducción: Martha Font. ID de artículo: M2020.

© Martinus Institut 1981, www.martinus.dk

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