<br />
<b>Warning</b>:  Use of undefined constant STJERNESYMBOL_ALT_TEKST - assumed 'STJERNESYMBOL_ALT_TEKST' (this will throw an Error in a future version of PHP) in <b>/var/www/martinus.dk/public_html/da/artikeldatabase-old2/i_bodystart.php</b> on line <b>22</b><br />
STJERNESYMBOL_ALT_TEKST


Palabras:     Palabras enteras     Inicio de palabra  Ayuda   

Lista de artículos

M1890
Partículas, espacio vacío y fuerza de pensamiento
Por Martinus

1. Partículas macrocósmicas y espacio vacío
Cuando una noche despejada dirigimos nuestra mirada en dirección al cielo estrellado, vemos que forma una imagen de partículas luminosas y espacio vacío. Pero no es solamente hasta donde se abarca con los ojos que el cielo consta de partículas y espacio vacío, es así hasta donde con aparatos ópticos se puede observar a millones de años luz en el espacio infinito. Que ese espacio inconmensurable tuviera que cesar y tener un término es imposible; esto debería ser evidente para cualquier observador evolucionado.
Pero, ¿qué es lo que, en realidad vemos? Vemos el principio básico del universo que, precisamente, es partículas y espacio vacío. Sabemos algo sobre esas partículas, y sabemos que constituyen gigantescos centros de fuerza en forma de soles cargados con las energías y fuerzas necesarias para que pueda existir vida en estado físico. Estas fuerzas de la vida, las energías básicas eternas, irradian su luz desde centros solares a cuerpos celestes y planetas, a mundos físicos vivos que, en realidad, son organismos de seres vivos de tamaño macrocósmico. Los planetas son seres vivos, pero los seres vivos no pueden vivir en algo que sea nada. Sólo pueden vivir en un macrocosmos adecuado para ellos, y entonces también vemos que nuestro propio planeta, la Tierra, se encuentra en un sistema mayor que tiene el Sol como centro de fuerza. Vemos que a este Sol hay vinculados varios planetas con planetas secundarios o lunas, de la misma manera que la Tierra también tiene una luna. A un sistema así de planetas con un sol como centro de fuerza es a lo que llamamos un sistema solar, y un sistema así también constituye un organismo de un ser vivo. Este ser vivo tampoco puede, naturalmente, vivir en algo que sea nada, y se encuentra en un sistema todavía mayor que consta de muchos sistemas solares, a los que conjuntamente denominamos un sistema galáctico o galaxia, que también es un organismo de un macroser vivo. Sabemos que en el universo hay otras galaxias que aquella en la que se encuentran nuestro Sol y nuestra Tierra. Estas galaxias son fenómenos que colaboran en un sistema que, así mismo, debe considerarse como organismo de un macroser vivo y, para nosotros, supercósmico. Y aquí hemos llegado al límite de lo que la facultad de percepción de los hombres terrenos, ampliada por medio de aparatos técnicos, ópticos, hasta un cierto grado puede observar. Todos estos sistemas se encuentran los unos dentro de los otros, y el sistema supercósmico sólo es aparentemente un límite; en realidad continúa al infinito. «Partículas y espacio vacío» es un sistema fundamental del universo macrocósmico, pero también es algo fundamental que las partículas están vivas.
2. Las partículas son organismos de seres vivos
Cada una de las partículas del universo es un centro de fuerza, organizado, de las energías básicas, que se reflejan a través de los siete rayos de color del espectro solar: rojo, naranja, amarillo, verde, azul, añil y violeta. A estas energías las conocemos por los análisis cósmicos de «Livets Bog». Cumplen exactamente las condiciones que se requieren para que los eternos yos cósmicos puedan crear organismos y conciencia y, con ello, aparecer como seres vivos. Son la base tanto de la materia física, en forma de sustancias minerales, sustancias vegetales y sustancias animales, como de las fuerzas de la conciencia: instinto, peso, sentimiento, inteligencia, intuición y recuerdo, mantenidas en actividad por el deseo primario y la energía madre. Que estas partículas macrocósmicas están vivas es un hecho, porque constan exclusivamente de combinaciones de movimiento, vibraciones y longitudes de onda. El movimiento es el signo más distinguido de la vida. ¿Cómo descubriríamos, si no, lo que está vivo y lo que no está vivo? Algo absolutamente muerto no podría de ninguna manera manifestar movimiento. Todos los cuerpos luminosos, esas, para nosotros, grandes partículas en el universo infinito son cuerpos que expresan vida, y como la vida es lo mismo que experimentación y manifestación, tiene, por consiguiente, lugar experimentación y manifestación a través de las grandes partículas macrocósmicas que denominamos planetas, soles, galaxias y sistemas todavía mayores. El macrocosmos es conciencia y vida.
Pero, ¿qué pasa, entonces, con el inconmensurable espacio vacío que hay entre estas partículas macrocósmicas? Debemos recordar que los seres vivos no constan solamente de un cuerpo físico. Toda la estructura de la fuerza del movimiento se encuentra fuera del alcance de los sentidos físicos, y forma parte de la realidad del ser vivo que se conoce con el concepto: su espíritu, es decir, su conciencia y el mundo de su pensamiento. Esta realidad sólo puede percibirse en la zona física a través de sus efectos en la materia física. El espacio vacío entre los planetas, los soles y las galaxias no es, en realidad, ningún espacio vacío, está lleno de la conciencia o espíritu de los macroseres vivos, es la morada del mundo espiritual tras todos los fenómenos físicos. Y como la estructura espiritual del ser vivo es de naturaleza eléctrica, el espacio vacío del universo estará lleno de rayos y ondas eléctricas del despliegue de pensamiento de estos seres macrocósmicos. Este despliegue de fuerza eléctrica se extiende mucho más allá de lo que los hombres terrenos están en condiciones de percibir con los sentidos físicos y medir con aparatos técnicos. Lo que los hombres denominan electricidad es una parte especial de la fuerza vital del ser-Tierra, que los hombres terrenos han aprendido a utilizar. Pero, aparte de esto, es todavía muy limitado lo que los hombres, en su actual estadio evolutivo, están en condiciones de comprender de las fuerzas en forma de rayos del universo. Estos rayos y ondas forman el espacio visible para los propios seres macrocósmicos, con sus detalles y procesos creadores, seres y cosas, cuyos detalles locales jamás serán accesibles para los hombres terrenos inacabados, sólo lo serán cuando sean ellos mismos habitantes de espirales de planetas, soles y galaxias.
Las partículas macrocósmicas y el espacio vacío del universo constituyen, así, organismos de macroseres vivos y la conciencia o espíritu de estos seres respectivamente. Cuando contemplamos las estrellas, vemos una pequeña zona de un mundo poblado. Este mundo se muestra, no obstante, con un tamaño macrocósmico tan gigantesco en comparación con nuestra propia existencia y facultad de percepción, que vemos su materia sólida como partículas y espacio vacío. Y, en comparación con nosotros, este macromundo es tan gigantesco, que lo poco que vemos de él, y que experimentamos a través de nuestros sentidos físicos, simbólicamente puede compararse con las partículas y el espacio vacío del dedo meñique de un organismo. No es extraño que el macrocosmos sea un misterio indescifrable para la ciencia puramente materialista, y seguiría siéndolo si la ciencia no evolucionase a abarcar otras cosas que la investigación de la materia física. Sólo el hombre acabado a imagen de Dios puede observar, con conciencia cósmica, la parte de la totalidad del universo que es el organismo de la Divinidad eterna, un organismo que lo contiene todo, lo experimenta todo y lo crea todo, y es la conciencia o espíritu santo que todo lo penetra.
3. Partículas microcósmicas y espacio vacío
Si dirigimos nuestra vista cósmica hacia la otra dirección del universo, y en vez de mirar hacia arriba, hacia las estrellas, miramos hacia abajo, hacia el interior de nuestra materia, no sólo la materia de que consta nuestro propio organismo, sino también la materia de la que está construida la naturaleza a nuestro alrededor y todas las demás cosas creadas de nuestro entorno, entonces también contemplamos un mundo de estrellas luminoso compuesto de partículas y espacio vacío. Lo llamamos microcosmos, y está compuesto de, entre otras cosas, células, moléculas, átomos y mundos de partículas todavía más pequeñas. Frente a estas partículas microscópicas y este espacio vacío, nosotros nos mostramos como seres macrocósmicos. Los muchos órganos de nuestro organismo son, cada uno por sí mismo, un sistema de partículas y espacio vacío. Son «sistemas de galaxias» o «galaxias» de tamaño microcósmico, en relación con los cuales los organismos de los hombres terrenos tienen un tamaño macrocósmico. Visto desde esta perspectiva, nuestro organismo puede, así, en principio compararse con el organismo de nuestro macrocosmos, anteriormente citado, que estaba compuesto de distintos sistemas de galaxias organizados conjuntamente. Vemos que, se trate del macrocosmos o del microcosmos, encontramos en todas partes el principio partículas y espacio vacío, pero como seres visos que constituyen universos y sustancias o materia respectivamente los unos para los otros.
Pero, ¿qué pasa con la propia facultad de percibir y experimentar del hombre terreno? Dejando aparte el macrocosmos, no percibimos el mundo que nos rodea como partículas y espacio vacío. Lo experimentamos como seres vivos y cosas, como algo que podemos ver, oír, tocar oler y saborear. Al mundo que el hombre experimenta por medio de sus sentidos físicos yo lo llamo «mesocosmos». Existe entre el macrocósmico y el microcósmico, y está, naturalmente, compuesto de partículas y espacio vacío, pero no se percibe ni se experimenta así. Aquí la Divinidad nos revela lo que, en realidad, significan los mundos de estrellas macro y microcósmicos. El mesocosmos se nos muestra como seres vivos y cosas que tienen tanto forma y color como volumen. Vemos miríadas de seres vivos de distintos tipos, vemos materias o sustancias sólidas, líquidas y gaseosas, y vemos que todos estos fenómenos están sometidos a una transformación, que es lo mismo que creación. Vemos que esta creación es, en su resultado final, lógica, que, a su vez, quiere decir que es para alegría y bendición de seres vivos. Es este proceso creador el que ha producido nuestro organismo, nuestros órganos y todos los fenómenos de nuestro entorno. Pero, ¿quién está detrás de esta creación?
4. Creación manifestada por seres vivos
En el mundo mesocósmico de los hombres terrenos, que los hombres terrenos pueden crear ellos mismos es algo que forma parte del conocimiento y experiencia general. Los hombres construyen casas, barcos, automóviles y otros instrumentos técnicos, hacen obras de arte y llevan a cabo trabajo artesanal práctico, siendo todos ellos procesos creadores. ¿Podría alguna de estas cosas llegar a existir sin la facultad creadora de un hombre o un ser vivo? No, no podría, sería totalmente imposible. Pero existen, claro está, muchas más cosas creadas que las que el hombre ha producido, a saber, todas las muchas cosas que conjuntamente llamamos «naturaleza», y que son tan lógicas y útiles como las cosas que los hombres han producido. De hecho, ¿no han aprendido los hombres, incluso en innumerables casos, de los procesos creadores de la naturaleza para crear algo que pudiera ser beneficioso y útil? Debe ser natural para el hombre reconocer, a partir de propias experiencias, un creador con una facultad creadora tras los fenómenos creados. Pero, ¿dónde está «el algo» creador, vivo que, a partir de experiencias sobre el hecho de que debe existir un creador tras lo creado, debe existir tras todos los procesos creadores de la naturaleza? ¿Lo hemos visto alguna vez? No, ningún ser vivo lo ha visto en absoluto, porque está por encima de toda creación, está encima de toda materia y, por consiguiente, es inaccesible para toda percepción. Este «algo» sólo puede convertirse en un hecho a través de su influencia y actuación sobre la materia, es decir, su creación. El creador sólo se da a conocer a través de creación y manifestación, o sea, por medio de los efectos de su facultad creadora. Sólo las cosas creadas de materia son accesibles para la percepción directa. Lo que vemos de los seres vivos no son los propios seres vivos. Lo que percibimos no es «el algo» del ser vivo que dirige y experimenta, sino los efectos que este «algo» ha creado en la materia. El organismo físico de un hombre no es el propio hombre, sino un efecto de su facultad creadora que, a su vez, es una irradiación del «algo» invisible o el creador invisible, que la humanidad, poco a poco, reconocerá como la omnipresente Divinidad eterna. Una Divinidad que es omnipresente también debe, naturalmente, estar presente en el hombre, de hecho, en los órganos, células, moléculas, átomos, etc. del hombre, al igual que esta misma Divinidad está presente en todas partes en el universo, en el macro y en el microcosmos. Todo el universo material es el organismo físico de esta Divinidad, y todos los seres vivos del universo son órganos e instrumentos por medio de los cuales esta Divinidad experimenta y manifiesta su fuerza creadora.
5. El ser vivo y los principios cósmicos
Cada ser vivo del universo vive, se mueve y es en la Divinidad eterna, y todos los seres vivos están, por consiguiente, igual de cerca de la Divinidad, y esta Divinidad los abarca con un amor y una simpatía igual de grandes. Pero, ¿no tiene mayor importancia el ser supercósmico, antes citado, que un hombre terreno que, tal vez, incluso es delincuente y ateo? No, en absoluto. Porque este eventual delincuente también es, claro está, un macroser en relación con todo lo que vive, se mueve y es en él. También es un ser supercósmico, en relación con el microcosmos, y en el universo significa lo mismo que el ser que constituye un macroser de este tipo para los hombres. Que quizá sea actualmente delincuente y ateo sólo es un estadio transitorio de su evolución en un ciclo de espiral, donde también alcanzará conciencia cósmica y se convertirá en un órgano de creación y manifestación divina. Si actualmente es delincuente, y visto humanamente dañino, es porque pertenece a la parte de la conciencia de la Divinidad que denomino «conciencia secundaria de la Divinidad», en la que tiene lugar la renovación tanto de la conciencia de los seres vivos como de la Divinidad. Y esta «conciencia secundaria» pasa a través de todos los ciclos de espiral. También puede haber seres-galaxia u otros macroseres, que actualmente son delincuentes y ateos en su espiral de evolución camino de experimentar conciencia cósmica, a partir de lo cual también pasan a ser órganos de «la conciencia primaria de Dios», como el hombre terreno delincuente hará en su espiral de evolución. En todos los ciclos de espiral hay estados de oscuridad y de luz, que los seres vivos atraviesan camino de la oscuridad a la luz, con base en el despliegue del principio del contraste, que es un principio eterno del universo, sin el cual ninguna experimentación de la vida ni creación podría tener lugar. Y las relaciones de tamaño se basan en el principio eterno de perspectiva, que es igual de necesario para que pueda tener lugar creación y experimentación. Todos los seres vivos son simultáneamente tanto un macroser como un microser que tiene su propia experiencia sensorial mesocósmica, por lo cual, desde el punto de vista cósmico, todos los seres son igual de grandes, y la Divinidad está igual de cerca de ellos. Aunque lo que para un hombre terreno es un tiempo casi incalculable, a saber, 1000 años, y sólo es un período corto para un ser-galaxia, lo que está en vigor es que para Dios un día es como mil años, y mil años son como un día, de la misma manera que un segundo para la misma Divinidad también es como un millón de años y un millón de años como un segundo.
A un hombre terreno le puede, naturalmente, ser difícil tener cabida para todo esto en su conciencia, y es también un conocimiento que debe adquirirse poco a poco. Pero hoy muchos hombres anhelan una visión de conjunto de las circunstancias que se dan en el universo, no sólo desde una perspectiva física, sino también espiritual, y todavía habrá más que lo hará en los tiempos por venir. Y es mi tarea dar esta visión cósmica de conjunto, a través de la cual el hombre que busca pueda adquirir conocimiento teórico sobre las leyes y principios cósmicos para usarlos de manera práctica en su pensamiento y actuación. Es muy importante para la posterior evolución de toda la humanidad, que cada vez más personas comprendan que la fuerza creadora del pensamiento de la Divinidad vibra en todo lo que presuntamente se denomina espacio vacío en el macrocosmos, mesocosmos y microcosmos y lo atraviesa con su irradiación, y que pueden ser receptoras de esta fuerza, no como instrumentos ciegos, sino por medio de impulsos, ideas e inspiración. Un mar de ideas geniales, que en el antiguo lenguaje religioso se expresa como «el espíritu santo», rodea a los hombres, y podrá resplandecer en su conciencia, a medida que se vayan poniendo a la misma longitud de onda del tono básico del universo que es ser un beneficio y una bendición para seres vivos.
Todos los seres vivos, que a partir del principio del ciclo de espiral y el principio de perspectiva forman universos y materias los unos para los otros, se encuentran en sus respectivos ciclos de espiral, bien en la oscuridad camino de la luz o en la luz, desde donde, cuando esta luz se haya convertido en una conciencia habitual tal que los amenace con convertirlos en robots, se deslizan hacia el estado oscuro de una espiral superior, que entonces es «luz» para ellos. Esto significa que pasan por la conciencia secundaria de la Divinidad, donde tiene lugar la renovación, para experimentar en esta espiral nueva y superior, desde el punto de vista de la perspectiva, el despliegue de luz de la conciencia primaria de la Divinidad como una manifestación de sabiduría y amor con unas dimensiones que cumplen sus más íntimos deseos y anhelos.
6. El espacio vacío y lo invisible
Las partículas del universo, ya representen para nosotros el macrocosmos o el microcosmos, son la parte creada del universo, los efectos de un creador invisible. Y lo invisible es el denominado espacio vacío. Este creador sólo puede, por consiguiente, ser representado por el espacio vacío entre las partículas que, de ningún modo, es un espacio vacío. Aquí se encuentran todos los yos de los seres vivos, que conjuntamente forman el yo de Dios, dado que los yos son inseparables. La conciencia o mentalidad de Dios está aquí, aquí existe la supraconciencia eterna en forma de los mundos cósmicos y del denominado espíritu santo. El espacio vacío entre las partículas está, por consiguiente, lleno de la mentalidad de Dios, compuesta de la mentalidad de los seres vivos. Desde este mundo invisible, los yos de los seres vivos dirigen, por medio de su supraconciencia, su organismo y su manera de ser cotidiana. Y desde este mundo invisible se dirigen, de este modo, los planetas, soles y galaxias de todo el universo. Aquí contemplamos la mentalidad de Dios que dirige la órbita de los mundos en el infinito universo eterno. ¿Qué podemos aprender de esto? ¿Qué es lo que Dios nos revela aquí? Aquí se nos revela cómo el universo es dirigido por mentalidad o fuerza de pensamiento que, conjuntamente con el yo, forma la parte invisible de este universo, mientras las partículas forman el cuerpo físico de la Divinidad. Y, como nosotros mismos representamos un yo invisible y una mentalidad invisible, nuestra conciencia y nuestro yo son, así mismo, el espacio vacío visto desde el mundo físico, mientras nuestro organismo consta de partículas. Somos «a imagen de Dios», dado que también representamos el principio básico del universo: partículas y espacio vacío.
7. Nuestro propio yo y sus sistemas de vías lácteas o galaxias
Si deseamos aprender sobre nuestro propio organismo más de lo que podemos experimentar por medio de nuestros sentidos físicos, debemos observar el macrocosmos que representa lo que nosotros mismos somos, visto en una perspectiva más grande. O debemos observar el microcosmos, donde encontramos una perspectiva menor. Pero las leyes y principios son los mismos. Si queremos esclarecer qué es realmente lo que vemos como planetas y galaxias, debemos observar el organismo humano y, en general, observando tanto el macrocosmos y el mesocosmos como el microcosmos, el hombre puede aprender sobre la vida y sus leyes de un modo que puede tener suma importancia en su vida cotidiana.
Nuestro organismo consta de una serie de órganos diversos. Tiene cerebro, corazón, riñones, pulmones, estómago, glándulas, etc. Vemos a estos órganos como materias sólidas, pero, según su análisis más profundo, constituyen partículas y espacio vacío. Esto quiere, por consiguiente, decir que constituyen sistemas de soles y galaxias, que según los análisis anteriores quiere, a su vez, decir que son seres vivos con un yo invisible y una conciencia invisible, que son espacio vacío y un organismo formado por partículas. Hay la diferencia de que el universo, que vemos en forma de estrellas del cielo, es tan gigantesco en relación con nuestra facultad de percepción, que sólo vemos una parte local muy, muy pequeña de este inmenso sistema. Por lo tanto, no podemos darnos cuenta de qué es lo que vemos, cuando sólo usamos la facultad de percepción física. Por consiguiente, el universo con sus partículas y espacio vacío es, a pesar de la avanzada técnica, un enigma indescifrable, un misterio para la ciencia física. Pero el objetivo de la vida no es que siga siendo un misterio. Por esto está tan sabiamente organizada en el divino orden universal, que lo que no se puede ver en el macrocosmos o en lo grande se puede ver en el microcosmos o en lo pequeño y, a la inversa, lo que no se puede ver en el microcosmos se puede ver en el macrocosmos. Y, finalmente, lo que no se puede ver ni el macrocosmos ni microcosmos, uno lo experimenta por medio de sus sentidos físicos en relación con el mesocosmos y sus seres vivos. Observando el microcosmos en su propio organismo físico, el investigador cósmico tiene acceso a ver la revelación o solución no sólo del misterio de las estrellas luminosas de la noche o macrocosmos, sino que también presencia su propia identidad como el señor soberano de un sistema de estrellas compuesto de varios sistemas de galaxias. Comprende que su organismo es un universo penetrado totalmente por su espíritu, es decir, por su conciencia y fuerza de pensamiento. Reconoce que su organismo es partículas y espacio vacío, y que estas partículas forman sistemas de galaxias, que él ve desde su visión mesocósmica como órganos. Un grupo de partículas forma su corazón, otro su sistema pulmonar, etc., y cada órgano es un sistema de cooperación e interacción con los otros sistemas de la totalidad que es el universo del organismo. Todos los sistemas de galaxias son regidos y dirigidos por nuestra conciencia, en parte de forma automática y en parte por medio de la voluntad. Las partículas son dirigidas desde el espacio vacío, que es atravesado por nuestro espíritu y la fuerza de nuestro pensamiento que, a su vez, son regidos por nuestros deseos y anhelos. Estos deseos y anhelos se muestran como fuerzas microeléctricas, y son puestas en funcionamiento por nuestra supraconciencia, a través de la subconciencia, hasta nuestra conciencia diurna. Esta fuerza de nuestra conciencia o fuerza microeléctrica es conducida a través de nuestro cerebro, que constituye un sistema de galaxias especialmente organizado y construido, a la galaxia de nuestros nervios, a través de la cual la fuerza de la conciencia es llevada, por medio de una magnetización de la sangre, a todos los demás sistemas de galaxias con sus partículas y espacio vacío. La galaxia del cerebro es el sistema más evolucionado de nuestro organismo físico o universo de nuestro yo, puesto que es el órgano para la transmisión de nuestra conciencia y voluntad al organismo y, así mismo, para la transmisión de la serie de imágenes mentales, creadas por medio de nuestra experiencia física, de regreso a nuestra subconciencia y supraconciencia que existen en el mundo invisible o lo que denominamos espacio vacío.
8. Fuerza de pensamiento, enfermedad y salud
¿De qué podemos darnos cuenta con esto? Podemos darnos cuenta de que nosotros, con toda la función de nuestro pensamiento, mantenemos la salud y bienestar de nuestros órganos y nuestro organismo. O también que causamos mala salud, enfermedad, socavación, es más, quizá destrucción total de ciertos órganos, tal vez de todo el organismo. Cuando la fuerza de nuestro pensamiento, a través del cerebro y el sistema nervioso, por medio de la sangre atraviesa y magnetiza todos nuestros órganos, esto significa, naturalmente, que penetra en estas galaxias de órganos, cuyo espacio vacío y partículas reciben su influencia. Y de la misma manera que la fuerza de nuestro pensamiento puede constituir impulsos estimulantes y edificantes, también puede ser de un tipo tan negativo que cause estragos, de hecho, directamente catástrofes en las galaxias de nuestros órganos. Si una persona está en condiciones de vivir en la fuerza de pensamiento del amor universal, esta fuerza actúa de un modo fortalecedor y promotor de salud sobre todas las galaxias o sistemas de vías lácteas del organismo. Una persona con un tipo de pensamiento así no puede adquirir ninguna enfermedad mental y, debido a su pensamiento, también estará muy protegida con respecto a enfermedades físicas. Pero los seres cuya conciencia es lo que llamamos una conciencia oscura, es decir, llena de ira, odio, celos, amargura e irritación, etc. llenan el espacio vacío de las galaxias de sus órganos de una manera muy negativa, lo cual también es el caso, aunque con otras variaciones, cuando se trata de la forma de conciencia oscura que conocemos como dolor, angustia, depresión y estrés. Los tipos de pensamientos oscuros causan estragos en las galaxias de nuestros órganos, cada sistema concreto de ellas tiene sus partículas que no pueden soportar entrar en contacto con partículas de otra galaxia. Se producen explosiones, catástrofes mundiales en el universo de nuestro sistema de galaxias, en una o varias de ellas según el tipo de pensamientos. Esto hace que ciertas partículas sean directamente arrojadas a zonas a las que no pertenecen. En su perspectiva mesocósmica, el origen del organismo experimenta, eventualmente, el efecto como erupciones cutáneas, inflamaciones o úlceras. Si una persona es expuesta a una gran tensión nerviosa con decepciones y preocupaciones, entonces entran partículas de la galaxia de los pulmones en la galaxia del estómago, y se produce una úlcera de estómago. Si partículas de la galaxia del estómago entran en la galaxia de los pulmones, se produce una neumonía u otra enfermedad pulmonar. Si las partículas de la galaxia de los pulmones entran en la galaxia del cerebro o en otras de las galaxias del organismo, podrían ser causa de tumores cancerosos en estas zonas. Si simultáneamente también entran partículas de la galaxia del estómago, los tumores pueden ser muy destructivos y ocasionar la muerte. La irrupción de partículas descarriadas en galaxias a las que no pertenecen es la causa de todas las enfermedades del organismo, por lo que se puede decir que son de naturaleza astronómica. Son catástrofes mundiales en el microcosmos.
9. El hombre terreno va camino de una existencia luminosa
Este descarrío de las partículas o microsoles de las galaxias también puede ser causado por influencia externa. Cuando el organismo de una persona se lesiona en un accidente, y se producen fracturas, heridas y rasguños, esto también se muestra como catástrofes mundiales en los sistemas de galaxias del organismo en cuestión. El hombre es objeto de la catástrofe como un karma, una onda de destino que regresa. Pero para los microseres esto también es, naturalmente, una parte de su karma, en caso contrario, la vida sería injusta y no tendría sentido. El patrón del destino concuerda de manera muy exacta, también cuando se trata de la relación entre el macroser y los microseres. Por consiguiente, no es en absoluto casual que los hombres vivan en el organismo del ser-Tierra. Es porque la creación de destino de este macroser, en relación con la cual experimentará «el gran nacimiento» o conciencia cósmica en su actual encarnación, es adecuada al estadio evolutivo de los hombres, con la necesaria perspectiva de tiempo en la que 3000 años para el hombre terreno sólo son un momento para el ser-Tierra.
Los hombres terrenos caminan así, verdaderamente, hacia una existencia de luz, no de una manera que pueda expresarse como una dictadura de seres más evolucionados o por medio de milagros, sino que con la fuerza de su propia voluntad, deseos y anhelos llegarán a la misma longitud de onda que la fuerza luminosa de pensamiento del ser-Tierra, tras la cual hay impulsos luminosos de pensamiento del ser-Sistema Solar, del ser-Vía Láctea, etc., todo lo cual quiere decir los impulsos de amor luminosos que son irradiados por la Divinidad eterna en la que vivimos, nos movemos y somos. El hombre debe trabajar con el desarrollo de su talento del cumplimiento del mandamiento del amor, entonces este despliegue de amor resplandecerá como fuerzas vivificantes en el universo que es el cuerpo físico del hombre en cuestión, y lanzará diariamente sus rayos hacia el prójimo como humanitarismo y amor.
Conferencia dada por Martinus en el Centro Martinus, Klint, el lunes 22 de julio de 1968. Título original danés: Partikler, tomrum og tankekraft. Texto para Kosmos elaborado por Mogens Møller. Publicado por primera vez en el número 1-2, 1969 de Kosmos, edición danesa. Traducción del danés al español por Martha Font (2016), con la colaboración del equipo de lengua castellana ID de artículo M1890.

© Martinus Institut 1981, www.martinus.dk

Se permite poner un link al artículo arriba mencionado, con información de copyright y referencia de su origen. También está permitido citar de él según la ley de copyright. No se permite reproducir al artículo entero sin permiso escrito del Instituto Martinus.

 


Se ruega enviar comentarios a info@martinus.dk.
Se puede enviar información sobre errores, fallos y problemas técnicos al webmaster.