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M1690
El cambio de rumbo mental
por Martinus

1. Todos los seres vivos están sujetos a un proceso de transformación o evolución
Cada ser vivo es, en realidad, un fenómeno que está en movimiento, y esto no significa solamente que nuestro cuerpo físico se mueve de un lugar a otro. Tras el movimiento físico hay otra forma de movimiento, al que se le llama transformación. Todos los seres vivos están sujetos a un proceso, en virtud del cual no pueden, de ninguna manera, seguir siendo el mismo ser que antes. Este proceso de transformación es una realidad tanto física como espiritual. La transformación física la experimentamos como infancia, juventud, edad adulta y vejez, y estas transformaciones que el organismo sufre en una encarnación física pueden experimentarse con los sentidos físicos. Pero una vida física no es sólo una transformación de un organismo físico. Tras esta transformación exterior hay una transformación mental interior que se basa en las vivencias y la experiencia. Cada nueva vivencia es una nueva experiencia, y una nueva experiencia es un enriquecimiento de la conciencia. Todos los seres vivos de este planeta están sujetos a un proceso de transformación o evolución, desde estados mentales primitivos a estados altamente intelectuales, en unos organismos que serán unos instrumentos mucho mejores que los actuales organismos físicos para la experimentación y el desarrollo de facultades creadoras. Este gran proceso de transformación es de gran actualidad para los seres que, aquí en la Tierra, aparecen como hombres. Y el que tenga actualidad para los hombres radica en que han avanzado tanto en su evolución, que pueden comenzar a experimentarlo con conciencia diurna, al contrario de los animales que todavía experimentan solamente por medio del instinto y un sentimiento más primitivo.
La vivencia del animal es una especie de función automática, el animal no puede transgredir ninguna ley moral, pero por medio de su instinto cumple las leyes que están en vigor para el reino animal y para la especie particular a la que pertenece. El zorro no puede tener remordimientos de conciencia porque «ha robado» una gallina, y el tigre tampoco puede tenerlos porque ha matado a otro ser vivo. El asesinato, el robo, los celos y otras muchas cosas parecidas, que entre los hombres son una expresión del más alto grado de inmoralidad, en el reino animal son las mayores virtudes. Si la fiera tuviese «remordimientos de conciencia», se moriría de hambre. Pero, ¿por qué puede un hombre tener remordimientos de conciencia, y por qué, a pesar de pertenecer también al reino animal, experimenta la vida de un modo muy distinto al modo en que lo hacen los animales de este planeta?
2. El hombre terreno tiene tanto una mentalidad animal en degeneración como una incipiente mentalidad humana
Entre el hombre terreno y los otros seres de este planeta, que pertenecen al reino animal, hay la diferencia esencial de que el hombre terreno está saliendo del reino animal en dirección a un estadio evolutivo superior, cuyos principios y leyes ya comienzan a tener mayor o menor vigencia en su conciencia. El hombre de la Tierra experimenta un movimiento mental que es un proceso de transformación de animal en hombre auténtico. El movimiento mental del animal es acentuadamente instintivo y no crea ningún conflicto en la mentalidad, pero el hombre terreno tiene tanto una mentalidad animal en degeneración como una incipiente mentalidad humana, y la tensión entre estas dos formas de mentalidad crea inevitablemente conflictos y luchas interiores en su mente. El animal es dirigido y dominado por su propio instinto de conservación, que le hace hacer instintivamente lo correcto en la situación especial que experimenta. Y «lo correcto» para el animal es siempre aquello que es de utilidad para él mismo o para la subsistencia de su especie.
3. El animal puede vivir siguiendo su instinto de conservación, pero el hombre terreno debe luchar con su egoísmo para experimentar la felicidad
Pero en la conciencia del hombre de la Tierra está comenzando a surgir una naturaleza que va en dirección contraria a la del animal. Mientras el animal es dirigido por su propio instinto de conservación, el hombre debe, cada vez más, tomar posición con respecto a la forma que su vida toma, o al modo en que ésta se desenvuelve, dirigiendo su voluntad con conciencia diurna. Esta dirección de la voluntad va a veces en contra del instinto de conservación heredado del reino animal, que aún se encuentra en la conciencia del hombre terreno como un hábito. De este modo surge el conflicto. Mientras en los animales el seguir el instinto de conservación o egoísmo lleva consigo una experiencia de la vida natural y dichosa, en el hombre el seguir esta tendencia crea desdicha y sufrimiento. Quizá no lo experimenta al momento porque el instinto de conservación es, precisamente, una función que se ejerce como un hábito. Pero paulatinamente vive los efectos de su egoísmo, y estas experiencias crean movimiento o transformación en la conciencia; un cambio de rumbo está a punto de producirse. Allí donde antes el rumbo se dirigía hacia «el derecho del más fuerte», y donde ser útil significaba ser útil para sí mismo, el hombre terreno, para experimentar la felicidad, debe comenzar ahora a crearla con su voluntad luchando contra su egoísmo y contra los instintos y apetitos animales heredados que tiene en su ser. Con su voluntad debe obligarse a renunciar a muchas de las cosas que desea pero que, como puede comenzar a ver, ocasionarían molestias o sufrimientos a otros seres. En el mismo grado en que con su voluntad puede hacer esto, va creciendo en una nueva etapa de la existencia, su vida comienza a seguir un rumbo cuyo objetivo es vivir en provecho de la totalidad, y cuyos resultados o efectos no son el asesinato, el robo y la lucha, sino el amor al prójimo y un despliegue de las facultades intelectuales, lo cual transformará la Tierra en un mundo en el que la humanidad, el arte y la ciencia florecerán como nunca, y los estados se unirán en un solo estado en el que el concepto «el derecho del más fuerte» no se conocerá.
4. Actualmente los hombres navegan por el inmenso y caótico mar mental del mundo y carecen de una brújula con la que dirigir el rumbo
Ya se ha hecho mucho para encaminar a la humanidad hacia este estado, pero todavía falta un poco para que los hombres lo alcancen. Las religiones los han ayudado a avanzar un buen trecho, y algunos hombres aún pueden ser ayudados por su fe ciega en la salvación por medio de la religión. Pero en todas las partes del mundo hay cada vez más hombres que no pueden contentarse con creer. Su actitud netamente científica ante la vida y su desarrollada inteligencia los hacen incapaces de creer en dogmas o ser inspirados por ceremonias. Exigen hechos y quieren comprender y no sólo creer. Les falta «una brújula» para dirigir su rumbo. Los hombres son como una serie de pequeños barcos que navegan por un gran océano mental. Todos se dirigen al mismo puerto pero están totalmente en desacuerdo con respecto al rumbo. Es por ello, que en este océano hay un caos terrible y cada momento tienen lugar colisiones desastrosas. No sólo barcos aislados chocan entre sí averiándose o destruyéndose, sino que también puede suceder que grupos de barcos sean hundidos. Guerras mundiales, revoluciones, sabotajes y todos los otros nombres que se dan a estos actos de guerra, son hundimientos colectivos de los barcos del océano mental. Los barcos pueden hundirse, pero el capitán recibe siempre un nuevo barco con el que navegar y, en este caso, el capitán es el yo del ser vivo que debe tratar de encontrar el verdadero rumbo en dirección a la meta común, el puerto colectivo, que es el estado mental que se designa como «el hombre a imagen de Dios».
5. Las experiencias de la vida le enseñarán al hombre que «la brújula» tiene que ser el amor al prójimo
Muchos de los navegantes tienden a opinar que sólo ellos conocen el verdadero rumbo y que navegan correctamente, cuando lo que en realidad sucede es que siguen un rumbo falso y, que con los medios que usan para orientarse, no podrán encontrar el puerto. Unas veces con violencia y con fuerza, y otras expresándose con fanatismo, tratan de convencer a otros barcos a que sigan su rumbo. Están atados a teorías e ideas especiales de tipo político, religioso o de otra clase, cuyo objetivo pretenden que es el objetivo de todos los hombres. Pero ningún movimiento religioso, ninguna secta ni religión mundial, y absolutamente ninguno de los partidos políticos que existen actualmente llegarán jamás a conseguir que todos los hombres del mundo sean sus seguidores. Todos estos «movimientos» se mueven, en mayor o menor grado, en dirección equivocada. Su «brújula» desorienta ¿Cómo se manifiesta la desorientación de esta brújula de la vida? Lo hace de modo que estos movimientos políticos y religiosos, y también muchas otras asociaciones de tipo idealista, hablan ciertamente de amor al prójimo y humanidad, pero no comprenden en absoluto la esencia del amor. Tienen una simpatía muy acentuada por una cosa y una antipatía muy fuerte hacia otra, una antipatía que en ciertos casos se manifiesta como «ira santa», «indignación justa», e incluso a veces como odio. Pero a los barcos del océano mental del mundo les es imposible alcanzar el puerto por el que suspiran mientras todavía tengan odio o antipatía a bordo. El auténtico amor humano, que Cristo ha mostrado a los hombres y del que todos los grandes sabios del pasado han hablado, no manifiesta antipatía contra nada ni contra nadie. Cristo dijo: «Ama a los que te odian y te persiguen» y habló no solamente de perdonar siete veces sino setenta veces siete cada día. Ningún hombre se encuentra en la situación de tener que perdonar más veces en un día. Pero, ¿se puede aprender a perdonar? No se puede hacer mientras uno únicamente use sus sentimientos. Sólo cuando realmente se comprende con la inteligencia que, por el momento, ningún hombre puede ser distinto de lo que es, porque con su modo de ser representa un estadio evolutivo transitorio basado en experiencias y vivencias hechas en el pasado, se puede ver que este hombre «no sabe lo que hace». Si realmente lo supiese, no lo haría. El que se sea incapaz de hacer lo que la otra persona ha hecho, se debe a que en la propia conciencia se tiene la experiencia de que no es correcto hacerlo. Pero la otra persona todavía no tiene esta experiencia en su conciencia, es por ello que actúa de la forma en que actúa. Pero en el futuro hará estas experiencias porque tiene que recoger tal como ha sembrado, y a su hora tampoco será capaz de hacer estas cosas. A ningún ser vivo se le puede pedir que actúe a partir de experiencias que todavía no tiene. Es lo mismo que si se le pidiese a un niño que actuase como una persona adulta. Desde un punto de vista cósmico, en la Tierra hay muchas personas adultas que todavía son como niños pero que a través de encarnaciones venideras se transformarán cada vez más en «adultos», es decir, serán cada vez más humanos en su modo de pensar y actuar.
6. Con mis análisis cósmicos como «brújula», el hombre puede poner su rumbo mental en dirección hacia un mundo de paz
Y ahora algunas personas seguramente preguntarán: «Pero la presunta ciencia del espíritu, ¿no es simplemente una secta religiosa que quiere reclutar prosélitos y dice tener la patente de la verdad»? ¿«Acaso no es también un barco que quiere convencer a otros para que sigan su rumbo»? Debo contestar al respecto que, en relación con mi trabajo, jamás se creará una asociación, una secta, una comunidad o un partido de ningún tipo. Y así mismo, que nadie va a ser convencido a que sea «miembro», porque no hay nada de que ser miembro. Los hombres que se sienten atraídos por mis análisis cósmicos y sienten la necesidad de estudiar la imagen del universo, que describo en mi obra principal Livets Bog (El Libro de la Vida) y en otros libros, lo hacen a causa de un movimiento interior o transformación que está teniendo lugar en su mentalidad. Si aún no tienen ciertas experiencias en su conciencia, mi trabajo no tendrá ningún interés para ellos. Es necesario que una función orgánica interna esté presente, esta función es la que se califica de amor al prójimo. Se trata de un amor humano que no contiene odio contra el presunto «mal» y la presunta «injusticia». Como este «mal», esta «injusticia» y todo lo «diabólico» son los resultados de un estado inacabado, en el momento presente las cosas no pueden ser distintas de lo que son. Pero el objetivo no es en absoluto que todo esto tenga que seguir existiendo en la Tierra. La evolución o transformación de los seres vivos avanza, aunque los hombres a veces opinen que no va lo suficientemente rápida.
Actualmente nos encontramos, sin embargo, en una evolución acelerada, todo va más rápido ahora que hace cientos de años. Es por ello que a la humanidad de la Tierra se le amontona el material de las experiencias. Las grandes guerras mundiales, las revoluciones, el paro, las muchas enfermedades, tanto físicas como psíquicas, los problemas personales, con los que cada persona tropieza, hacen que la añoranza que los hombres tienen de la paz cada vez sea más fuerte. Su inteligencia también evoluciona, por esto la ciencia y la técnica avanzan tanto. Pero la ciencia y la técnica solas no pueden crear paz en el mundo, si fuese así, hace mucho tiempo que se habría creado la paz. Las religiones, las sectas y los partidos tampoco pueden hacerlo. Al contrario, van teniendo cada vez menos influencia sobre los hombres, porque éstos, a medida que la inteligencia evoluciona, no pueden creer ni en los dogmas religiosos ni en los políticos. El cambio de rumbo, el camino hacia la paz, debe crearse en la conciencia de cada hombre concreto por medio de experiencias y vivencias.
¿Qué puede entonces hacer la ciencia del espíritu? ¿Cómo puede ayudar a los hombres que buscan? Lo que puede hacer es que el hombre que posee una gran cantidad de material, fruto de experiencias, estudiando los análisis cósmicos pueda ordenar este material en su conciencia. Entonces puede comenzar a ver el sentido que hay tras acontecimientos y experiencias aparentemente casuales y sin razón, y la relación que estos acontecimientos y vivencias tienen. Sus experiencias adquieren perspectiva, y la vida ya no le parece vacía y trivial como antes. Pero lo que el hombre tiene como base es su propio material, que es fruto de sus experiencias, y entonces por medio del trabajo consigo mismo, siguiendo la ciencia del espíritu, le es posible dirigir su rumbo, no sólo de modo teórico sino también práctico, hacia el puerto mental que es la paz que todos los hombres ansían. Esta paz se transformará en una realidad en el interior de los hombres, pero también será una realidad que se manifestará en el exterior, porque se reflejará en la vida de cada día a través de sus pensamientos, sentimientos y actos.
¿Cómo puede uno saber si, con su barco mental, ha enderezado el rumbo hacia el puerto de la paz? Esto se puede notar por las reacciones que uno tiene con respecto a su entorno. Si uno fácilmente se enfurece, enfada o irrita y critica, sin amor, las opiniones y el modo de ser de otros hombres, entonces hay algo que no funciona en la brújula y hay peligro de colisiones o naufragios. Pero si uno hace un esfuerzo de voluntad y le pide ayuda a la Providencia para poder afrontar cada situación y encontrar a cada hombre con la forma de simpatía y amor que es la más adecuada al momento, las nubes oscuras de la cólera y la irritación se alejarán y el sol del amor al prójimo brillará y resplandecerá a través de la conciencia.
De una conferencia en Klint el 9 de agosto de 1948. Título original: Den mentale kursændring. El manuscrito de la conferencia ha sido revisado por Mogens Møller y aprobado por Martinus. Publicada por primera vez en el número 5/1972 de la edición danesa de Kosmos. Traducción Martha Font. ID de artículo: M1690.

© Martinus Institut 1981, www.martinus.dk

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